Sabéis que este año estoy siguiendo los pasos de esos doce pequeños cambios que se pueden dar al hogar y a la vida para ser más sostenibles, vivir con menos y vivir mejor. Pero los dos últimos meses las cosas no han resultado.
El mes de mayo se proponía como tema COMPRAR CON LÓGICA. Y a mí me ha resultado más difícil que nunca. Porque tenía muchas compras pendientes, porque no he aplicado la lógica para nada en ellas (me refiero a la ropa, especialmente) y porque he comprado, precisamente ese mes, con poca cabeza.
Así que el resultado ha sido un completo desastre a ese respecto. No he sabido o no he querido comprar con lógica. Mi lógica ha sido tan horrenda que me he quedado con un pantalón que no me convencía porque no encontré el ticket para devolverlo. Con eso lo digo todo.
Y en cuanto a mi propósito de menos plástico, más ecológico y menos malgasto de todo, creo que he seguido en la línea del año salvo porque cada vez acepto menos que me vendan cosas envueltas en plástico. Sin ser radical al respecto, intento gastar menos bolsas, elijo lo que está sin envolver, y reciclo casi todo el plástico y bandejas que llegan a casa.
En junio se nos planteó el reto de DESCONECTAR, desconectar de las redes y de las pantallas y conectar con el entorno. Esto para mí sí es difícil, mucho más que lo de comprar con lógica. Y en este mes, en que he estado preparando mis vacaciones, realizando actividades y papeleos de final de curso, a la vez que me gusta meterme en IG o Twitter para desconectar de otras cosas, creo que el reto no tenía ningún futuro y así ha sido. No era el momento y no me ha apetecido eso de desconectar. Quizá retome el concepto más adelante, pero de momento no lo veo. Estoy demasiado enganchada.
Así que no han sido dos meses nada productivos con respecto a los pequeños cambios, pero os lo tenía que contar por aquí.
viernes, 29 de junio de 2018
jueves, 28 de junio de 2018
Mis hijos este curso
¿Cómo les han ido las cosas este año a mis chicos? Creo que el balance es muy positivo.
Os recuerdo que el mayor llevaba dos años queriéndose cambiar de instituto, porque no estaba bien en el anterior, y por fin empezó primero de Bachillerato en un centro nuevo. No le ha costado nada hacer amigos, porque ya tenía conocidos allí, y se ha adaptado estupendamente a la vida del centro.
No sé si os lo conté, pero el instituto anterior, a pesar de ser público, era gobernado desde hacía mil años por el mismo director, que hacía y deshacía a su antojo. Mi hijo en el último año se convirtió en un objetivo a batir. Tuvo un parte de amonestación por mal comportamiento porque se enfrentó a una profesora (sí, como lo oís, yo también aluciné cuando me lo dijeron). Según él le sacó a la pizarra para ridiculizarle y meterse con él. Y contestó mal y salió de clase indignado. Esto último es lo que cuenta la profesora, lo anterior no. Pues bien, desde ese momento, campaña de acoso y derribo contra él, empezó a faltar a clase, a no querer ir. Ya la adolescencia le tenía desmotivado pero esto terminó de rematarle. Y el director llegó a decirle que no querían alumnos como él en el centro.
Al llegar al instituto nuevo, con él llegó un profesor del centro anterior, que no le había dado clase ni nada, pero advirtió a sus compañeros de que iba a dar problemas. ¿Problemas? Un problema, una vez, en cuatro años. Parece que no supieran lo que son problemas. Les dejaba yo un rato con mis alumnos.
En fin. Esto último me lo contaron sus profesores, que estaban alucinados de que alguien les hubiera puesto en contra del chico, porque al ir conociéndole se había convertido en el mejor alumno de la clase; me dijeron que era un alumno brillante, de los que ya no quedan, con curiosidad e interés y muchas ganas de sacar buenos resultados.
Y os lo cuento no porque sea mi hijo, sino para que veáis el daño que hacen los prejuicios sin conocer, y cómo las etiquetas, de las que tanto hablamos, nos convierten a veces en lo que no somos.
Ha estado muy centrado todo el año, apenas ha salido por estudiar, y el resultado ha sido una media espectacular y un niño centrado en lo que quiere estudiar en su futuro y trabajando para hacerlo posible. Estamos muy contentos con el cambio.
El pequeño también ha ido muy bien. Desde el principio se ha adaptado bien al centro. Yo le insistía en que el instituto iba a ser para él mejor que el colegio y lo ha sido. No se acaban todos los problemas que tiene para relacionarse de un plumazo, pero ha mejorado mucho. Tiene un grupito de amigos en el centro, y no está solo. Ha salido tres o cuatro veces a lo largo del curso al cine con amigos y un par de veces más a los congresos de manga con algunos otros. Se le ve contento, aunque sigue sin gustarle ni estudiar ni todo lo relacionado con lo académico.
Ha ido bastane bien. Suspendió Educación Física una evaluación, pero me extraña poco porque es bastante patoso. Y al final el profesor le hizo prometer que nadaría a diario todo el verano.
El último trimestre se le hizo muy cuesta arriba, pero es que todo no se puede, y a mediados de junio tenía la prueba del conservatorio, y antes de eso los exámenes. Todo junto hizo que bajara las notas, que no son muy altas pero no están mal.
Este año descubrió que le apasiona la Biología, en la que no baja del sobresaliente, pero aborrece los idiomas (al contrario de su madre y su hermano, y quizá por los profes que ha tenido). Lo ha pasado bien, se ha hecho más independiente, ha ido de excursión sin preocuparse si iba a estar solo... han sido muchas cosas. Y también por todo eso estamos felices.
Y más o menos ese es el resumen de un curso que ha dado para mucho.
Os recuerdo que el mayor llevaba dos años queriéndose cambiar de instituto, porque no estaba bien en el anterior, y por fin empezó primero de Bachillerato en un centro nuevo. No le ha costado nada hacer amigos, porque ya tenía conocidos allí, y se ha adaptado estupendamente a la vida del centro.
No sé si os lo conté, pero el instituto anterior, a pesar de ser público, era gobernado desde hacía mil años por el mismo director, que hacía y deshacía a su antojo. Mi hijo en el último año se convirtió en un objetivo a batir. Tuvo un parte de amonestación por mal comportamiento porque se enfrentó a una profesora (sí, como lo oís, yo también aluciné cuando me lo dijeron). Según él le sacó a la pizarra para ridiculizarle y meterse con él. Y contestó mal y salió de clase indignado. Esto último es lo que cuenta la profesora, lo anterior no. Pues bien, desde ese momento, campaña de acoso y derribo contra él, empezó a faltar a clase, a no querer ir. Ya la adolescencia le tenía desmotivado pero esto terminó de rematarle. Y el director llegó a decirle que no querían alumnos como él en el centro.
Al llegar al instituto nuevo, con él llegó un profesor del centro anterior, que no le había dado clase ni nada, pero advirtió a sus compañeros de que iba a dar problemas. ¿Problemas? Un problema, una vez, en cuatro años. Parece que no supieran lo que son problemas. Les dejaba yo un rato con mis alumnos.
En fin. Esto último me lo contaron sus profesores, que estaban alucinados de que alguien les hubiera puesto en contra del chico, porque al ir conociéndole se había convertido en el mejor alumno de la clase; me dijeron que era un alumno brillante, de los que ya no quedan, con curiosidad e interés y muchas ganas de sacar buenos resultados.
Y os lo cuento no porque sea mi hijo, sino para que veáis el daño que hacen los prejuicios sin conocer, y cómo las etiquetas, de las que tanto hablamos, nos convierten a veces en lo que no somos.
Ha estado muy centrado todo el año, apenas ha salido por estudiar, y el resultado ha sido una media espectacular y un niño centrado en lo que quiere estudiar en su futuro y trabajando para hacerlo posible. Estamos muy contentos con el cambio.
El pequeño también ha ido muy bien. Desde el principio se ha adaptado bien al centro. Yo le insistía en que el instituto iba a ser para él mejor que el colegio y lo ha sido. No se acaban todos los problemas que tiene para relacionarse de un plumazo, pero ha mejorado mucho. Tiene un grupito de amigos en el centro, y no está solo. Ha salido tres o cuatro veces a lo largo del curso al cine con amigos y un par de veces más a los congresos de manga con algunos otros. Se le ve contento, aunque sigue sin gustarle ni estudiar ni todo lo relacionado con lo académico.
Ha ido bastane bien. Suspendió Educación Física una evaluación, pero me extraña poco porque es bastante patoso. Y al final el profesor le hizo prometer que nadaría a diario todo el verano.
El último trimestre se le hizo muy cuesta arriba, pero es que todo no se puede, y a mediados de junio tenía la prueba del conservatorio, y antes de eso los exámenes. Todo junto hizo que bajara las notas, que no son muy altas pero no están mal.
Este año descubrió que le apasiona la Biología, en la que no baja del sobresaliente, pero aborrece los idiomas (al contrario de su madre y su hermano, y quizá por los profes que ha tenido). Lo ha pasado bien, se ha hecho más independiente, ha ido de excursión sin preocuparse si iba a estar solo... han sido muchas cosas. Y también por todo eso estamos felices.
Y más o menos ese es el resumen de un curso que ha dado para mucho.
miércoles, 27 de junio de 2018
Clavícula
Hacia mucho tiempo que quería leer a Marta Sanz, pero no encontraba el momento. Hace al menos un año (y creo que podrían ser dos) que Farándula está en mi mesilla de noche, durmiendo el sueño de los justos, porque no he pasado de las dos primeras páginas y no he conseguido engancharme lo suficiente como para continuar. Peeeeeeeero... empecé este libro sin saber muy bien qué me iba a encontrar y ha sido toda una experiencia.
Título: Clavícula
Autora: Marta Sanz
Editorial: Anagrama
No es una historia al uso, y no es una historia, en realidad. Son pensamientos, ideas, anécdotas, con un hilo común que es el dolor, real o imaginario que sufre la narradora, hasta el punto de incapacitarla en ocasiones para llevar una vida feliz.
Una narrativa sincera, dura, fuerte, llena de cosas, de pensamientos, de ideas que me han revuelto por dentro y que me han hecho pensar. Un libro incómodo, que no se muerde la lengua, que dice cosas que te mueven en el asiento. Y que no se puede recomendar a todo el mundo, porque no es para todos los públicos, pero que supongo que a mí me llegó en el momento adecuado.
He subrayado mucho y me he emocionado con algunos párrafos, pero me resulta demasiado personal, no sé, demasiado íntimo para compartir aquí algunos de esos subrayados. Simplemente me ha parecido una obra diferente, especial.
Título: Clavícula
Autora: Marta Sanz
Editorial: Anagrama
No es una historia al uso, y no es una historia, en realidad. Son pensamientos, ideas, anécdotas, con un hilo común que es el dolor, real o imaginario que sufre la narradora, hasta el punto de incapacitarla en ocasiones para llevar una vida feliz.
Una narrativa sincera, dura, fuerte, llena de cosas, de pensamientos, de ideas que me han revuelto por dentro y que me han hecho pensar. Un libro incómodo, que no se muerde la lengua, que dice cosas que te mueven en el asiento. Y que no se puede recomendar a todo el mundo, porque no es para todos los públicos, pero que supongo que a mí me llegó en el momento adecuado.
He subrayado mucho y me he emocionado con algunos párrafos, pero me resulta demasiado personal, no sé, demasiado íntimo para compartir aquí algunos de esos subrayados. Simplemente me ha parecido una obra diferente, especial.
martes, 26 de junio de 2018
Killing Eve
Hoy os hablo de una serie breve que venía muy bien recomendada y que me ha enganchado desde el primer momento.
En los tiempos de lo políticamente correcto, es un soplo de aire fresco encontrar personajes con personalidad, poco vistos, con mucho carisma y que no se atienen a las normas; personas que cometen errores o que hablan mal de sus vecinos (por decir algo) o que les horrorizan los niños.
Las actrices protagonistas son: Sandra Oh, que se sale como Eve Polastri (no he visto ni un capítulo de Anatomía de Grey y apenas conocía a esta actriz más que de oídas) y Jodie Comer como Villanelle, que yo decía que me sonaba y resulta que es una de las actrices de My Mad fat diary, serie que os sigo recomendando mucho si aún no la habéis visto.
La serie está basada en una saga literaria llamada Codename Villanelle, y es una producción británico-estadounidense.
Killing Eve es una de las mejores series que he visto este año, del que ya estamos a la mitad. Y tiene la ventaja de ser una miniserie, de no tener que verte catorce temporadas para que pase algo. Son ocho capítulos en los que no sobra una escena, ni un diálogo, en los que todo fluye, es rápido y engancha desde el primer momento.
Esta serie se mueve entre el humor, la comedia, el género policiaco y el thriller, con la mezcla exacta de todo ello.
Y aparte de la trama, me encanta la fotografía, y los escenarios en los que se mueven los personajes. Tenéis que verla.
En los tiempos de lo políticamente correcto, es un soplo de aire fresco encontrar personajes con personalidad, poco vistos, con mucho carisma y que no se atienen a las normas; personas que cometen errores o que hablan mal de sus vecinos (por decir algo) o que les horrorizan los niños.
Las actrices protagonistas son: Sandra Oh, que se sale como Eve Polastri (no he visto ni un capítulo de Anatomía de Grey y apenas conocía a esta actriz más que de oídas) y Jodie Comer como Villanelle, que yo decía que me sonaba y resulta que es una de las actrices de My Mad fat diary, serie que os sigo recomendando mucho si aún no la habéis visto.
La serie está basada en una saga literaria llamada Codename Villanelle, y es una producción británico-estadounidense.
Killing Eve es una de las mejores series que he visto este año, del que ya estamos a la mitad. Y tiene la ventaja de ser una miniserie, de no tener que verte catorce temporadas para que pase algo. Son ocho capítulos en los que no sobra una escena, ni un diálogo, en los que todo fluye, es rápido y engancha desde el primer momento.
Esta serie se mueve entre el humor, la comedia, el género policiaco y el thriller, con la mezcla exacta de todo ello.
Y aparte de la trama, me encanta la fotografía, y los escenarios en los que se mueven los personajes. Tenéis que verla.
lunes, 25 de junio de 2018
Profesional
Llevamos unos días ya con el cachondeo, llamando a mi peque "pofesional". Y esto se debe a que, por fin, ha aprobado la prueba de acceso a las enseñanzas profesionales de música. Y digo por fin porque este curso se nos ha hecho muy muy largo.
No ha tenido una buena profesora, y eso en música, cuando las enseñanzas son individuales, de profe a alumno, hace que las cosas sean complicadas. Ella se lo tomó con calma hasta Semana Santa: no sabían el programa que tenían que preparar para la prueba, ni cómo iba a ser, ni nada de nada. Y en Semana Santa, a unos días del examen trimestral, nos mandó las partituras por correo electrónico sin más explicaciones. Y el niño suspendió el trimestre. Creo que lo hizo bastante mal porque no lo llevaba preparado, no digo que no se mereciera el suspenso, pero lo peor es echar balones fuera y decirme que es que no ha trabajado lo suficiente. A partir de entonces confiamos en nuestro instinto y en el profe de la Escuela municipal de música a la que va desde muy pequeño, y se preparó más que nada por su cuenta.
Ha trabajado muchísimo, un mínimo de una hora diaria y dos los fines de semana. Se ha entregado a la música como no le había visto hacerlo hasta ahora, y me encanta que al final todo este trabajo haya visto resultado.
Lo cierto es que, sobre todo al final, le ha quitado mucho tiempo para las cosas del instituto y ha bajado las notas del último trimestre, pero lo damos todo por bien empleado al verle tan feliz, y con ganas de empezar una nueva etapa en sus estudios musicales, que para él son tan importantes.
Para los que, como yo, no sepáis nada del sistema de enseñanza de la música en conservatorios, os diré que existen tres niveles: elemental, profesional y superior. Elemental consta de cuatro años, profesional de seis, y el superior (que ya es un grado como cualquier otra carrera), son otros cuatro o cinco (no estoy segura).
Para acceder de uno de los niveles a otro, aparte de aprobar cada curso, hay que presentarse a una prueba como si fueras un alumno externo al conservatorio. En este caso, había que aprobar cuarto y presentarse a la prueba, evaluada por un tribunal, que consta de dos partes: una de lenguaje musical y otra de instrumento. La primera son cuatro exámenes de música: teoría, ritmo, entonación y dictado. Y luego con el instrumento tenían que llevar un programa de ocho piezas de una determinada dificultad y tocar las que te pida el tribunal. Para ello es aconsejable (no dicen que sea obligatorio pero todos lo hacen) ir acompañado de un pianista.
Bueno, todo esto os lo explico por si estáis tan perdidos como yo en este asunto.
Lo mejor de todo es que ahora no tiene la presión de una prueba el año que viene; ya tendrá la presión de pasar el curso, y de pasar el curso del instituto, pero no la de un examen a mayores, en pleno mes de junio, que nos ha tenido de cabeza durante meses.
Y lo mejor de todo también es que, aunque mi hijo no es nada expresivo, se le ve feliz y orgulloso, quiere ya que le compre sus camisas negras (los profesionales van de negro, los pequeños van de blanco) y quiere ponerse con partituras nuevas enseguida. Está muy motivado, y feliz con lo que le gusta. ¿Qué más puedo pedir?
No ha tenido una buena profesora, y eso en música, cuando las enseñanzas son individuales, de profe a alumno, hace que las cosas sean complicadas. Ella se lo tomó con calma hasta Semana Santa: no sabían el programa que tenían que preparar para la prueba, ni cómo iba a ser, ni nada de nada. Y en Semana Santa, a unos días del examen trimestral, nos mandó las partituras por correo electrónico sin más explicaciones. Y el niño suspendió el trimestre. Creo que lo hizo bastante mal porque no lo llevaba preparado, no digo que no se mereciera el suspenso, pero lo peor es echar balones fuera y decirme que es que no ha trabajado lo suficiente. A partir de entonces confiamos en nuestro instinto y en el profe de la Escuela municipal de música a la que va desde muy pequeño, y se preparó más que nada por su cuenta.
Ha trabajado muchísimo, un mínimo de una hora diaria y dos los fines de semana. Se ha entregado a la música como no le había visto hacerlo hasta ahora, y me encanta que al final todo este trabajo haya visto resultado.
Lo cierto es que, sobre todo al final, le ha quitado mucho tiempo para las cosas del instituto y ha bajado las notas del último trimestre, pero lo damos todo por bien empleado al verle tan feliz, y con ganas de empezar una nueva etapa en sus estudios musicales, que para él son tan importantes.
Para los que, como yo, no sepáis nada del sistema de enseñanza de la música en conservatorios, os diré que existen tres niveles: elemental, profesional y superior. Elemental consta de cuatro años, profesional de seis, y el superior (que ya es un grado como cualquier otra carrera), son otros cuatro o cinco (no estoy segura).
Para acceder de uno de los niveles a otro, aparte de aprobar cada curso, hay que presentarse a una prueba como si fueras un alumno externo al conservatorio. En este caso, había que aprobar cuarto y presentarse a la prueba, evaluada por un tribunal, que consta de dos partes: una de lenguaje musical y otra de instrumento. La primera son cuatro exámenes de música: teoría, ritmo, entonación y dictado. Y luego con el instrumento tenían que llevar un programa de ocho piezas de una determinada dificultad y tocar las que te pida el tribunal. Para ello es aconsejable (no dicen que sea obligatorio pero todos lo hacen) ir acompañado de un pianista.
Bueno, todo esto os lo explico por si estáis tan perdidos como yo en este asunto.
Lo mejor de todo es que ahora no tiene la presión de una prueba el año que viene; ya tendrá la presión de pasar el curso, y de pasar el curso del instituto, pero no la de un examen a mayores, en pleno mes de junio, que nos ha tenido de cabeza durante meses.
Y lo mejor de todo también es que, aunque mi hijo no es nada expresivo, se le ve feliz y orgulloso, quiere ya que le compre sus camisas negras (los profesionales van de negro, los pequeños van de blanco) y quiere ponerse con partituras nuevas enseguida. Está muy motivado, y feliz con lo que le gusta. ¿Qué más puedo pedir?
domingo, 24 de junio de 2018
Mi semana 25/52
Esta semana hemos terminado las clases. Por fin están los chicos de vacaciones. A mí me queda una semanita de trabajo, de cerrar cosas y de empezar a pensar ya en el nuevo curso, pero estoy relajada, salvo porque tengo los pensamientos ya en mi inminente viaje de vacaciones.
Hoy escribo esto después de salir a caminar un rato (llevo un invierno de lo más vago...) y de una ducha matinal y ambas cosas me han sentado genial. Ahora estoy con mi infusión y mis tostadas escuchando a mi peque y una amiga que vino anoche a dormir mientras juegan a la consola.
Me encanta haber empezado ya la temporada de piscina, estar ya casi de vacaciones y me encanta planificar y pensar lo que vamos a hacer en tan solo unos días, cuando nos vayamos de viaje a uno de mis destinos soñados.
Por eso hoy tengo poco más que contar; me voy a ver un capítulo de una serie y después a recoger un poco la casa. Y creo que eso es todo lo que voy a hacer hoy.
Hoy escribo esto después de salir a caminar un rato (llevo un invierno de lo más vago...) y de una ducha matinal y ambas cosas me han sentado genial. Ahora estoy con mi infusión y mis tostadas escuchando a mi peque y una amiga que vino anoche a dormir mientras juegan a la consola.
Me encanta haber empezado ya la temporada de piscina, estar ya casi de vacaciones y me encanta planificar y pensar lo que vamos a hacer en tan solo unos días, cuando nos vayamos de viaje a uno de mis destinos soñados.
Por eso hoy tengo poco más que contar; me voy a ver un capítulo de una serie y después a recoger un poco la casa. Y creo que eso es todo lo que voy a hacer hoy.
viernes, 22 de junio de 2018
Fin de curso
Hoy damos por finalizado este curso, con una excursión a unas piscinas a la que se ha apuntado, más o menos, medio instituto. Esas piscinas son lo más cercano a un parque acuático que hay por aquí, así que no estará mal para ellos.
Su preocupación en estos últimos días era saber si los profesores nos íbamos a poner el bañador o el bikini. Supongo que a su edad los profes somos seres abstractos que nunca van a la piscina y siempre llevan tiza entre los dedos.
La semana que viene, con un poco más de tiempo, os contaré cosas de este curso, incluso podría hacerlo solo de esta semana, en la que el alumno que me producía más dudas si aprobar o suspender saca la chuleta en el examen de recuperación; o aquel que lo tenía más difícil no vuelve a clase desde las fiestas del pueblo, o los que pensabas aprobar y lo dan por perdido...
Está ya todo hecho menos los papeleos, las memorias, y recoger para dejarlo todo limpito para el curso que viene. Me gusta a estas alturas ponerme a limpiar papeles y carpetas y dejarlo todo recogido y ordenado, que ya durante el curso me encargo de desordenarlo y de llenarlo de nuevo de papeles y cosas. Si enseñara foto de mi armario ahora mismo saldríais corriendo: dos manzanas, un cuchillo, botellas de agua, cajas de bombones (estas son regalos), pilas de libros, papeles ordenados y otros desordenados, carpetas, varias pelotas, cartas, rotuladores, pinturas, estuches, cajas...
El caso es que hoy, si os digo la verdad, me apetece cero irme a la piscina con estos chicos. Preferiría ir al instituto como un día normal. Pero mi centro, como muchos centros por ahí, se ha quedado en mínimos, porque muchos profesores mañana se presentan a las oposiciones y hoy tienen que viajar hacia distintos lugares de la geografía española. Y otros tienen la inmensa suerte (ironía, claro) de ser tribunales de oposición, con lo cual en mi instituto quedamos un poco más de la mitad de profes, y hay que echar una mano.
A este respecto, ayer me riñó mi madre, que si me toca todo a mí, que si ya podían sortearlo o algo porque siempre voy yo a todo... no sé para qué le diría que no me apetecía nada...
Este fin de semana son fiestas por aquí. En realidad, han empezado ya hace días. Tengo ganas de relajarme, de salir por ahí, y de disfrutar. Me apetece tomármelo todo con calma.
Su preocupación en estos últimos días era saber si los profesores nos íbamos a poner el bañador o el bikini. Supongo que a su edad los profes somos seres abstractos que nunca van a la piscina y siempre llevan tiza entre los dedos.
La semana que viene, con un poco más de tiempo, os contaré cosas de este curso, incluso podría hacerlo solo de esta semana, en la que el alumno que me producía más dudas si aprobar o suspender saca la chuleta en el examen de recuperación; o aquel que lo tenía más difícil no vuelve a clase desde las fiestas del pueblo, o los que pensabas aprobar y lo dan por perdido...
Está ya todo hecho menos los papeleos, las memorias, y recoger para dejarlo todo limpito para el curso que viene. Me gusta a estas alturas ponerme a limpiar papeles y carpetas y dejarlo todo recogido y ordenado, que ya durante el curso me encargo de desordenarlo y de llenarlo de nuevo de papeles y cosas. Si enseñara foto de mi armario ahora mismo saldríais corriendo: dos manzanas, un cuchillo, botellas de agua, cajas de bombones (estas son regalos), pilas de libros, papeles ordenados y otros desordenados, carpetas, varias pelotas, cartas, rotuladores, pinturas, estuches, cajas...
El caso es que hoy, si os digo la verdad, me apetece cero irme a la piscina con estos chicos. Preferiría ir al instituto como un día normal. Pero mi centro, como muchos centros por ahí, se ha quedado en mínimos, porque muchos profesores mañana se presentan a las oposiciones y hoy tienen que viajar hacia distintos lugares de la geografía española. Y otros tienen la inmensa suerte (ironía, claro) de ser tribunales de oposición, con lo cual en mi instituto quedamos un poco más de la mitad de profes, y hay que echar una mano.
A este respecto, ayer me riñó mi madre, que si me toca todo a mí, que si ya podían sortearlo o algo porque siempre voy yo a todo... no sé para qué le diría que no me apetecía nada...
Este fin de semana son fiestas por aquí. En realidad, han empezado ya hace días. Tengo ganas de relajarme, de salir por ahí, y de disfrutar. Me apetece tomármelo todo con calma.
jueves, 21 de junio de 2018
El fin de la soledad. Libro viajero
Hace ya tiempo que leí este libro, que me llegó en un libro viajero muy activo en el que participo, que además de ser muy activo, tiene bastante éxito con las elecciones. Y ahora ha terminado de recorrer el camino y ya está o va de vuelta a casa. Así que toca hablar de él.
Título: El fin de la soledad
Autor: Benedict Wells
Editorial: Malpaso
Había visto que queridajuliet lo recomendaba y me pareció que podía ser interesante, así que lo tenía en mi lista de pendientes cuando Bienve lo eligió y me llegó. Lo cogí con entusiasmo.
Se trata de la historia de Jules y sus hermanos, que sufren el trauma de la muerte de sus padres cuando aún son unos niños y eso les marca lo que serán sus vidas. En realidad, trata sobre cómo las cosas que suceden alrededor, y que muchas veces no podemos controlar, hacen que seamos de una manera o de otra; cómo nos afecta la forma de ser de nuestros padres, de nuestros hermanos, la manera en que somos educados, las circunstancias que nos rodean... Y también habla de que con eso, con lo que tenemos, también podemos hacer las elecciones adecuadas y equivocarnos.
Su autor es un jovencísimo escritor germano-suizo (del 84, qué mayor soy) que me ha sorprendido porque, salvo alguna pequeña cosilla, me ha parecido un narrador muy hábil, casi cinematográfico. Por este libro le dieron el Premio de Literatura de la Unión Europea en 2016.
Me ha gustado mucho. Podría encontrar un par de cosillas que no me han convencido pero el resultado ha sido muy bueno, tanto como para considerarlo uno de los mejores libros en lo que va de año.

Título: El fin de la soledad
Autor: Benedict Wells
Editorial: Malpaso
Había visto que queridajuliet lo recomendaba y me pareció que podía ser interesante, así que lo tenía en mi lista de pendientes cuando Bienve lo eligió y me llegó. Lo cogí con entusiasmo.
Se trata de la historia de Jules y sus hermanos, que sufren el trauma de la muerte de sus padres cuando aún son unos niños y eso les marca lo que serán sus vidas. En realidad, trata sobre cómo las cosas que suceden alrededor, y que muchas veces no podemos controlar, hacen que seamos de una manera o de otra; cómo nos afecta la forma de ser de nuestros padres, de nuestros hermanos, la manera en que somos educados, las circunstancias que nos rodean... Y también habla de que con eso, con lo que tenemos, también podemos hacer las elecciones adecuadas y equivocarnos.
Su autor es un jovencísimo escritor germano-suizo (del 84, qué mayor soy) que me ha sorprendido porque, salvo alguna pequeña cosilla, me ha parecido un narrador muy hábil, casi cinematográfico. Por este libro le dieron el Premio de Literatura de la Unión Europea en 2016.
Me ha gustado mucho. Podría encontrar un par de cosillas que no me han convencido pero el resultado ha sido muy bueno, tanto como para considerarlo uno de los mejores libros en lo que va de año.
miércoles, 20 de junio de 2018
Cuando no se valora tu trabajo
Una de las cosas por las que no estoy del todo a gusto en mi centro actual (una de las pocas cosas, porque en general sí estoy bien) es porque siento que mi trabajo se valora muy poco, o nada.
Sé que tiene más que ver con el puesto que ocupo que conmigo en particular, o al menos así lo quiero ver. Me explico. Siempre he trabajado en departamentos de Lengua, uno de los departamentos más grandes de secundaria, vayas donde vayas, y también uno de los más importantes. En esos departamentos, siempre me ha gustado organizar actividades como encuentros literarios, como concursos, proyectos interdepartamentales, no sé, cosas. Y siempre me he visto apoyada por compañeros o equipos directivos en lo que he organizado.
En este centro pertenezco al departamento de orientación, que a mí me parece la piedra angular del instituto; debería ser así en todos los sitios. Aquí funciona muy bien, mi orientadora es la caña, trabaja un montón y atiende las necesidades de todo el instituto sin pestañear. Pero tengo pocos alumnos, y son alumnos por los que el sistema educativo, y los profesores que les han dado clase, ya no apuestan. Son alumnos que molestan en clase, que no entienden, que no trabajan, que no siguen el ritmo de los demás,... Esos alumnos entran en el programa que intenta que salgan adelante, pero en cierto modo también los aparca, los separa de sus compañeros, y así no molestan. Y están conmigo. Conmigo y con los otros profesores que les impartimos clase. Aparcados conmigo, es decir, todos aparcados, incluyendo sus profes.
Entonces, mi influencia sobre el alumnado del centro ya no es importante. Y no me refiero a mis clases, sino a otro tipo de actividades que pueda organizar. Mis alumnos son pocos y no son los más dispuestos para realizar proyectos o para implicar a los demás en ellos.
Recuerdo cuando hicimos el libro viajero entre alumnos.
Recuerdo nuestros concursos de cartas, de relatos.
Recuerdo nuestro programa de radio.
Recuerdo nuestros proyectos.
Recuerdo nuestros múltiples encuentros literarios.
Y me siento aquí poco valorada, porque muchas de las cosas que organizo no llegan a nadie (vale, sí, pero solo a unos pocos), porque no se me tiene en cuenta para hacer cosas.
El otro día, una profesora hablaba de si podíamos o no meter a un alumno en el programa que yo imparto para el próximo curso. Decía que no estaba de acuerdo, porque allí no hacen nada. No estaba yo delante, y no pude defenderme, pero no es la primera vez que expresiones parecidas salen de boca de mis compañeros. Siento cuando hablan así que menosprecian mi trabajo. Yo sé lo que hago, y que puede parecer poco para algunos, porque mis alumnos, los de PMAR, y léase despectivamente, suben y bajan las escaleras como si no tuvieran nada que hacer, realizan carteles, murales, van mucho al aula de informática, de vez en cuando salen del centro con su profesora a dar un paseo, o a tomar un café que les prometo si trabajan bien... Llevan un ritmo que no es el del resto, y a veces parece que molesta a los demás, que mis compañeros no lo llevan del todo bien.
Simplemente quería dejar constancia aquí de cómo me siento: siento que no se aprecia lo que trabajamos, que en cierta manera se considera bastante inútil lo que hago con mis chicos, y además resulta que me apunto a todas las salidas y extraescolares que hay, y seguramente sea porque no me gusta trabajar.
Sé que tiene más que ver con el puesto que ocupo que conmigo en particular, o al menos así lo quiero ver. Me explico. Siempre he trabajado en departamentos de Lengua, uno de los departamentos más grandes de secundaria, vayas donde vayas, y también uno de los más importantes. En esos departamentos, siempre me ha gustado organizar actividades como encuentros literarios, como concursos, proyectos interdepartamentales, no sé, cosas. Y siempre me he visto apoyada por compañeros o equipos directivos en lo que he organizado.
En este centro pertenezco al departamento de orientación, que a mí me parece la piedra angular del instituto; debería ser así en todos los sitios. Aquí funciona muy bien, mi orientadora es la caña, trabaja un montón y atiende las necesidades de todo el instituto sin pestañear. Pero tengo pocos alumnos, y son alumnos por los que el sistema educativo, y los profesores que les han dado clase, ya no apuestan. Son alumnos que molestan en clase, que no entienden, que no trabajan, que no siguen el ritmo de los demás,... Esos alumnos entran en el programa que intenta que salgan adelante, pero en cierto modo también los aparca, los separa de sus compañeros, y así no molestan. Y están conmigo. Conmigo y con los otros profesores que les impartimos clase. Aparcados conmigo, es decir, todos aparcados, incluyendo sus profes.
Entonces, mi influencia sobre el alumnado del centro ya no es importante. Y no me refiero a mis clases, sino a otro tipo de actividades que pueda organizar. Mis alumnos son pocos y no son los más dispuestos para realizar proyectos o para implicar a los demás en ellos.
Recuerdo cuando hicimos el libro viajero entre alumnos.
Recuerdo nuestros concursos de cartas, de relatos.
Recuerdo nuestro programa de radio.
Recuerdo nuestros proyectos.
Recuerdo nuestros múltiples encuentros literarios.
Y me siento aquí poco valorada, porque muchas de las cosas que organizo no llegan a nadie (vale, sí, pero solo a unos pocos), porque no se me tiene en cuenta para hacer cosas.
El otro día, una profesora hablaba de si podíamos o no meter a un alumno en el programa que yo imparto para el próximo curso. Decía que no estaba de acuerdo, porque allí no hacen nada. No estaba yo delante, y no pude defenderme, pero no es la primera vez que expresiones parecidas salen de boca de mis compañeros. Siento cuando hablan así que menosprecian mi trabajo. Yo sé lo que hago, y que puede parecer poco para algunos, porque mis alumnos, los de PMAR, y léase despectivamente, suben y bajan las escaleras como si no tuvieran nada que hacer, realizan carteles, murales, van mucho al aula de informática, de vez en cuando salen del centro con su profesora a dar un paseo, o a tomar un café que les prometo si trabajan bien... Llevan un ritmo que no es el del resto, y a veces parece que molesta a los demás, que mis compañeros no lo llevan del todo bien.
Simplemente quería dejar constancia aquí de cómo me siento: siento que no se aprecia lo que trabajamos, que en cierta manera se considera bastante inútil lo que hago con mis chicos, y además resulta que me apunto a todas las salidas y extraescolares que hay, y seguramente sea porque no me gusta trabajar.
martes, 19 de junio de 2018
Dos libros ilustrados
Tengo muchos libros sin reseñar, y el ritmo de lecturas de este año hace que no pueda hacerlo con todos. Normalmente me dejo en el tintero los que más me han decepcionado. Y, por eso mismo, no quería dejar pasar el tiempo sin hablar de estos dos libros ilustrados.
Título: Las hijas de Antonio López
Autora: Rebeca Khamlichi
Editorial: Bridge
Había visto este libro por Instagram, había leído buenísimas críticas, y decidí que sería el libro que le regalaría a mi compañera del intercambio que organizó Itziar de vidas de mercurio: Perdidos en un buen libro.
Cuando me llegó a casa, me dispuse a hojearlo, me puse a leerlo y finalmente, me lo terminé en dos días. Así que tuve que encargar otro para mi regalada, para no enviárselo ya de segunda mano.
Me pareció una historia muy dura contada de forma maravillosa y con unas ilustraciones fantásticas.
Su autora, dice de su libro que le gustaría decir que "es un ajuste de cuentas con la vida", pero no es exactamente eso. Se trata de la terrible historia de la niñez de la artista, a medio camino entre el fanatismo religioso de su madre y el alcoholismo de su padre, que le decía a la gente que él era Antonio López. La historia es, como os decía, dura y a la vez llena de ternura, ironía e incluso un toque de humor. Si os fijáis en la niña-monito de la portada, os imaginaréis por la ilustración la forma en que está contado el argumento. Me ha parecido un libro maravilloso y lo recomiendo vivamente.
Título: Fun home. Una familia tragicómica
Autora: Alison Bechdel
Editorial: Reservoir Books
Bienve me regaló este libro por mi cumple y, aunque me lo he dosificado un poquito, lo he terminado enseguida, porque es una novela gráfica y eso siempre me encanta para leer, y luego se acaban enseguida.
Fun home es también una historia ilustrada, en este caso en forma de cómic, y es también una autobiografía. Nos cuenta la infancia y primera juventud de su autora, Alison Bechdel, artista bastante conocida en Estados Unidos (de la que reconozco que nunca había oído hablar, ni de ella ni de este libro).
Se basa principalmente en la relación que mantenía con su padre, y con la literatura, ambas estrechamente ligadas; relación que está llena de decepciones y de silencios. Es un libro en clave de humor y de ironía pero que cuenta una historia dura. Me he enterado después de que existe una adaptación de esta obra al teatro musical que ha obtenido bastante éxito.
No creo que sea una obra para todos los públicos pero me parece una historia muy fresca, que habla de la homosexualidad de una forma que antes no había leído, en la que los problemas de familia son los de todas las familias y la falta de comunicación es el principal de ellos.
Título: Las hijas de Antonio López
Autora: Rebeca Khamlichi
Editorial: Bridge
Había visto este libro por Instagram, había leído buenísimas críticas, y decidí que sería el libro que le regalaría a mi compañera del intercambio que organizó Itziar de vidas de mercurio: Perdidos en un buen libro.
Cuando me llegó a casa, me dispuse a hojearlo, me puse a leerlo y finalmente, me lo terminé en dos días. Así que tuve que encargar otro para mi regalada, para no enviárselo ya de segunda mano.
Me pareció una historia muy dura contada de forma maravillosa y con unas ilustraciones fantásticas.
Su autora, dice de su libro que le gustaría decir que "es un ajuste de cuentas con la vida", pero no es exactamente eso. Se trata de la terrible historia de la niñez de la artista, a medio camino entre el fanatismo religioso de su madre y el alcoholismo de su padre, que le decía a la gente que él era Antonio López. La historia es, como os decía, dura y a la vez llena de ternura, ironía e incluso un toque de humor. Si os fijáis en la niña-monito de la portada, os imaginaréis por la ilustración la forma en que está contado el argumento. Me ha parecido un libro maravilloso y lo recomiendo vivamente.
Título: Fun home. Una familia tragicómica
Autora: Alison Bechdel
Editorial: Reservoir Books
Bienve me regaló este libro por mi cumple y, aunque me lo he dosificado un poquito, lo he terminado enseguida, porque es una novela gráfica y eso siempre me encanta para leer, y luego se acaban enseguida.
Fun home es también una historia ilustrada, en este caso en forma de cómic, y es también una autobiografía. Nos cuenta la infancia y primera juventud de su autora, Alison Bechdel, artista bastante conocida en Estados Unidos (de la que reconozco que nunca había oído hablar, ni de ella ni de este libro).
Se basa principalmente en la relación que mantenía con su padre, y con la literatura, ambas estrechamente ligadas; relación que está llena de decepciones y de silencios. Es un libro en clave de humor y de ironía pero que cuenta una historia dura. Me he enterado después de que existe una adaptación de esta obra al teatro musical que ha obtenido bastante éxito.
No creo que sea una obra para todos los públicos pero me parece una historia muy fresca, que habla de la homosexualidad de una forma que antes no había leído, en la que los problemas de familia son los de todas las familias y la falta de comunicación es el principal de ellos.
lunes, 18 de junio de 2018
Las notas
En estos días estamos a vueltas con las notas, con las calificaciones, con los aprobados y suspensos. Y es una de las cosas que menos me gusta de mi trabajo. ¿Cómo poner un número a lo que han hecho los chicos a lo largo de nueve meses? Es muy difícil y, lo mires por donde lo mires, injusto.
Lo peor es que muchos de mis alumnos no se merecen aprobar, ni por el nivel de trabajo que han desarrollado, ni por las ganas que le ponen, ni por el esfuerzo, ni por la actitud. No se lo merecen un noventa por ciento de los casos. Pero vamos sumando cosas, intentando que no resten sus condiciones sociales, familiares, sus problemas de aprendizaje, su rechazo hacia lo académico... Y entre unas cosas y otras terminan por aprobar algunos. Aunque les da bastante igual en general. No encuentran alicientes en los estudios y están tan acostumbrados a suspender que les resbala que les hables de sus resultados.
En mi segundo de PMAR aprobarán todos menos uno. Y ese uno suspende porque falta tanto a clase que no entrega trabajos ni actividades, con lo cual me es casi imposible evaluarle. Los demás han trabajado bien. Poco pero bien, han escrito mucho, han leído bastante (aunque no estoy muy satisfecha con la cantidad de lecturas de este año) y hemos hablado y escuchado un montón (exposiciones orales a mogollón, de temas de lo más diversos). Di prioridad, viendo el tipo de alumnos y las necesidades, a las destrezas básicas, a leer, escribir, hablar y escuchar, por encima de todo lo demás. Y creo que ha ido bastante bien. El año que viene lo veremos en tercero.
En tercero las cosas estaban más complicadas. Tengo varios alumnos que empezaron muy justos y no han ido a mejor, sino a peor. Si vas alrededor del cinco, o del cuatro, lo normal es que al final termines suspendiendo, porque el final de curso aquí está lleno de distracciones. El caso es que han aprobado bien, holgados, cuatro alumnos de diez. Los otros van muy justos y estamos intentando recuperar con algunas actividades extra para estos días.
En cuarto los resultados, sin ser pésimos, han costado mucho y no son lo buenos que me hubiera gustado. Aprueban tres alumnos, los tres que han aprobado todas las evaluaciones. Tres de siete. Tener siete alumnos y que suspenda la mayoría es un fracaso. Hay otros dos que titularán aún con mi materia suspensa, lo cual está bien, porque al final, combinando todo, serán cuatro (puede que cinco) alumnos titulados entre junio y septiembre. Y los otros lo tienen dificilísimo, así que estamos buscando alternativas y salidas para ellos.
Como digo, se podían haber hecho las cosas mejor, podían haber aprendido más, y podían haber aprobado más alumnos, pero resulta que luchamos contra todo, incluido ellos mismos, que no tienen ganas de nada y les importa muy poco lo que pase. Son los típicos alumnos que en estas últimas semanas de curso se ofrecen a hacerte un trabajo, entregarte el cuaderno, hacer el pino o lo que sea, cuando no han aprobado ninguna prueba en todo el año. Y otros ni siquiera eso.
Lo peor es que muchos de mis alumnos no se merecen aprobar, ni por el nivel de trabajo que han desarrollado, ni por las ganas que le ponen, ni por el esfuerzo, ni por la actitud. No se lo merecen un noventa por ciento de los casos. Pero vamos sumando cosas, intentando que no resten sus condiciones sociales, familiares, sus problemas de aprendizaje, su rechazo hacia lo académico... Y entre unas cosas y otras terminan por aprobar algunos. Aunque les da bastante igual en general. No encuentran alicientes en los estudios y están tan acostumbrados a suspender que les resbala que les hables de sus resultados.
En mi segundo de PMAR aprobarán todos menos uno. Y ese uno suspende porque falta tanto a clase que no entrega trabajos ni actividades, con lo cual me es casi imposible evaluarle. Los demás han trabajado bien. Poco pero bien, han escrito mucho, han leído bastante (aunque no estoy muy satisfecha con la cantidad de lecturas de este año) y hemos hablado y escuchado un montón (exposiciones orales a mogollón, de temas de lo más diversos). Di prioridad, viendo el tipo de alumnos y las necesidades, a las destrezas básicas, a leer, escribir, hablar y escuchar, por encima de todo lo demás. Y creo que ha ido bastante bien. El año que viene lo veremos en tercero.
En tercero las cosas estaban más complicadas. Tengo varios alumnos que empezaron muy justos y no han ido a mejor, sino a peor. Si vas alrededor del cinco, o del cuatro, lo normal es que al final termines suspendiendo, porque el final de curso aquí está lleno de distracciones. El caso es que han aprobado bien, holgados, cuatro alumnos de diez. Los otros van muy justos y estamos intentando recuperar con algunas actividades extra para estos días.
En cuarto los resultados, sin ser pésimos, han costado mucho y no son lo buenos que me hubiera gustado. Aprueban tres alumnos, los tres que han aprobado todas las evaluaciones. Tres de siete. Tener siete alumnos y que suspenda la mayoría es un fracaso. Hay otros dos que titularán aún con mi materia suspensa, lo cual está bien, porque al final, combinando todo, serán cuatro (puede que cinco) alumnos titulados entre junio y septiembre. Y los otros lo tienen dificilísimo, así que estamos buscando alternativas y salidas para ellos.
Como digo, se podían haber hecho las cosas mejor, podían haber aprendido más, y podían haber aprobado más alumnos, pero resulta que luchamos contra todo, incluido ellos mismos, que no tienen ganas de nada y les importa muy poco lo que pase. Son los típicos alumnos que en estas últimas semanas de curso se ofrecen a hacerte un trabajo, entregarte el cuaderno, hacer el pino o lo que sea, cuando no han aprobado ninguna prueba en todo el año. Y otros ni siquiera eso.
domingo, 17 de junio de 2018
Mi semana 24/52
Estamos terminando el curso, y por lo tanto, las semanas resultan largas y complicadas. Esta ha sido especial porque he tenido dos días de fiesta y un viaje con chavales.
El lunes fui a clase bastante cansada después del fin de semana fuera y tuve muy poquitos alumnos, porque en el pueblo donde trabajo estaban de fiestas ya desde el fin de semana y les daban descanso el martes y el miércoles pero no el lunes. Y muchos se lo tomaron. Fue una mañana tranquila, de repaso, de preparación de papeles y demás.
Como os contaba, el martes y el miércoles no tuvimos clase, así que me dediqué a descansar y también a estudiar con mi peque los últimos exámenes del trimestre.
El jueves fui con los alumnos a Madrid al Museo del Prado y el Museo del Traje. El viaje fue muy cansado, pero los chicos se portaron genial y les gustó mucho el viaje, especialmente el Prado, que ninguno de ellos conocía. Quedaron impresionados al entrar. Y la visita guiada estuvo muy bien, sin cansarles ni aburrirles. En el museo del Traje la guía llegó tarde, luego intentó darles un mitin político en cada explicación, y los chicos estaban cansados. Se portaron bien, pero se aburrieron.
El viernes mi hijo pequeño tenía la prueba para la que llevaba preparándose meses y meses. La prueba de acceso a profesional en el conservatorio. Afortunadamente para él, su madre estaba más nerviosa. Dice que le salió bien, aunque no depende solo de lo que haya hecho sino de las plazas que haya. En unos días saldrán las notas.
Y ayer sábado nos abrieron la piscina y la estrenamos. Mi peque estaba deseando ir, y pasó la tarde sin salir del agua. Empieza ya la temporada de verano, tan diferente al curso y el invierno, y que creo que nos la hemos ganado.
Al pequeño de la familia le falta un examen para acabar el curso, y el mayor ya lo tiene todo terminado, incluso la adolescencia. Está mucho más maduro y responsable en todo, no solo los estudios. Y va a traer muy buenas notas.
Y a mí... a mí me faltan cuatro días de clase, porque el viernes ya os conté que todo el instituto nos vamos a la piscina a pasar el día, como actividad de convivencia y despedida del día. Me falta una semana complicada, de poner notas, de hacer papeleos, de rematar cosas, de recoger (porque tengo un despliegue dentro de los armarios y fuera que ya ocupa media mesa del departamento)...
En fin, que ya nos queda poco, que estoy bien, que llego al final del curso con energías, y eso no es muy normal así que no tengo nada de qué quejarme. Bueno, sí, de todo lo que se me sale este año por fuera del bikini, pero eso es un mal menor...
El lunes fui a clase bastante cansada después del fin de semana fuera y tuve muy poquitos alumnos, porque en el pueblo donde trabajo estaban de fiestas ya desde el fin de semana y les daban descanso el martes y el miércoles pero no el lunes. Y muchos se lo tomaron. Fue una mañana tranquila, de repaso, de preparación de papeles y demás.
Como os contaba, el martes y el miércoles no tuvimos clase, así que me dediqué a descansar y también a estudiar con mi peque los últimos exámenes del trimestre.
El jueves fui con los alumnos a Madrid al Museo del Prado y el Museo del Traje. El viaje fue muy cansado, pero los chicos se portaron genial y les gustó mucho el viaje, especialmente el Prado, que ninguno de ellos conocía. Quedaron impresionados al entrar. Y la visita guiada estuvo muy bien, sin cansarles ni aburrirles. En el museo del Traje la guía llegó tarde, luego intentó darles un mitin político en cada explicación, y los chicos estaban cansados. Se portaron bien, pero se aburrieron.
El viernes mi hijo pequeño tenía la prueba para la que llevaba preparándose meses y meses. La prueba de acceso a profesional en el conservatorio. Afortunadamente para él, su madre estaba más nerviosa. Dice que le salió bien, aunque no depende solo de lo que haya hecho sino de las plazas que haya. En unos días saldrán las notas.
Y ayer sábado nos abrieron la piscina y la estrenamos. Mi peque estaba deseando ir, y pasó la tarde sin salir del agua. Empieza ya la temporada de verano, tan diferente al curso y el invierno, y que creo que nos la hemos ganado.
Al pequeño de la familia le falta un examen para acabar el curso, y el mayor ya lo tiene todo terminado, incluso la adolescencia. Está mucho más maduro y responsable en todo, no solo los estudios. Y va a traer muy buenas notas.
Y a mí... a mí me faltan cuatro días de clase, porque el viernes ya os conté que todo el instituto nos vamos a la piscina a pasar el día, como actividad de convivencia y despedida del día. Me falta una semana complicada, de poner notas, de hacer papeleos, de rematar cosas, de recoger (porque tengo un despliegue dentro de los armarios y fuera que ya ocupa media mesa del departamento)...
En fin, que ya nos queda poco, que estoy bien, que llego al final del curso con energías, y eso no es muy normal así que no tengo nada de qué quejarme. Bueno, sí, de todo lo que se me sale este año por fuera del bikini, pero eso es un mal menor...
jueves, 14 de junio de 2018
Amigas
Cuando alguien cuenta que conoció a su pareja por internet, o que ha quedado con alguien que conoce a través de las redes sociales, aún algunos le miran raro, se escandalizan y piensan que el mundo se va a la mierda. Las redes sociales, internet, las relaciones que se establecen entre personas de distintos lugares... dan miedo a muchos. Pero, reconozcámoslo, si estás leyendo esto, es que el mundo virtual te interesa, quizá no esté tan lejos del real como se pueda pensar.
(En otro orden de cosas, hoy vuelvo a Madrid, aunque no a ver a mis chicas, sino a encontrarme con Velázquez y Goya en el Museo del Prado. Voy con mis alumnos a un viaje organizado por el departamento de Plástica y visitaremos el Prado y el Museo del Traje. Deseadme suerte, porque el madrugón ha sido considerable.)
El caso es que yo he conocido a muchas personas a través de internet, personas con a las que cuento mis cosas, o con las que hablo de muchos temas a menudo. Y, ya lo he contado, conocí a unas chicas estupendas gracias a la red. De muy diversas formas. De alguna de ellas (sí, Anita, esa eres tú) era seguidora durante años, leía su blog y veía sus fotos casi a diario (sigo haciéndolo).
A otra de estas chicas la conocí hace años gracias al intercambio que realiza Itziar cada año, y desde entonces hemos compartido lecturas y algunas confidencias.
A otras las fui conociendo a través de comentarios en blogs, no necesariamente el mío, pero también. Fuimos creando una red de amistad que un día se materializó en un encuentro para conocernos, en una quedada. Una quedada en la que solo conocía la cara de un par de ellas y en persona tan solo a una. Una quedada en la que nos falló el alojamiento en el último momento y tuvimos que dormir amontonadas y compartir un solo baño para todas. Una quedada en la que descubrimos que teníamos muchas, muchísimas cosas en común y que en persona éramos mejores aún de lo que parecía. Una quedada en la que nos hicimos amigas de forma irrevocable.
Desde entonces, y en persona, nos hemos visto algunas veces más. Todas juntas hemos celebrado nuestro cuarto encuentro hace unos días. Y nos hemos dispuesto a preparar el quinto. Y algunas se ven más a menudo (tienen la suerte de verse casi a diario), otras de vez en cuando, pero hablamos todas cada día y estamos ahí para lo que las demás necesiten, que es una de las cosas más importantes de una amistad.
El fin de semana pasado en Madrid nos vimos de nuevo y ha sido fantástico pasar unos días con ellas, compartir charlas y risas y volver a casa con ganas de más, renovada y con energía para rato. Ha sido un encuentro en el que quieres que se pare el tiempo, que sigamos así todas, de conversación hasta que nos callen, cosa bastante difícil.
Ah, y siempre que quedamos, aprovechamos para hacer un intercambio con el motivo que sea. Esta vez fue, como siempre, muy divertido, y mi compañera ha sido Rachel, que ha acertado cien por cien con sus regalos. Una suerte tenerte. En realidad, es una suerte tenerlas a todas.
![]() |
| Está claro que el negro es mi color y que no sé hacer fotos... jajaja |
(En otro orden de cosas, hoy vuelvo a Madrid, aunque no a ver a mis chicas, sino a encontrarme con Velázquez y Goya en el Museo del Prado. Voy con mis alumnos a un viaje organizado por el departamento de Plástica y visitaremos el Prado y el Museo del Traje. Deseadme suerte, porque el madrugón ha sido considerable.)
miércoles, 13 de junio de 2018
Perdidas en un buen libro
Itziar organizó el intercambio que más me gusta de todos los intercambios: Perdidos en un buen libro. Además, algunas amigas participaban, lo cual le da un interés mayor por si te toca alguien conocido, y por ver lo que nos regalamos unas a otras.
Me tocó, por suerte, Ana, una chica estupenda que participa conmigo en un libro viajero, a la que conozco también porque es de la profesión, con la que hablo de vez en cuando y a la que me encantaría conocer en persona. Era bastante fácil regalarle un libro. Al menos eso me pareció. Luego una nunca sabe si acierta.
Y me decidí por lo siguiente:
Un libro y alguna cosilla para acompañar: unas cremas de manos, una libreta y unos chocolates con frutas.
Lo envolví con este papel tan chulo que tenía hace tiempo y que pensé que era el momento de usar. Y lo metí en una caja reciclada de un envío online.
Ella también me regaló un libro que no conocía de nada, pero que ella recomienda fervorosamente y que creo que me va a gustar. Ya os lo contaré.
Además, me mandó un té de tarta de manzana, que huele maravillosamente bien y que voy a utilizar para hacer algún postre. Y un colgante muy viajero. Todo ello en una caja de gatitos preciosa que creo que enseguida encontrará uso. Me gustó todo mucho.
Como siempre, ha sido un placer participar en este intercambio y tengo que darle las gracias a Itziar por organizarlo todo.
Me tocó, por suerte, Ana, una chica estupenda que participa conmigo en un libro viajero, a la que conozco también porque es de la profesión, con la que hablo de vez en cuando y a la que me encantaría conocer en persona. Era bastante fácil regalarle un libro. Al menos eso me pareció. Luego una nunca sabe si acierta.
Y me decidí por lo siguiente:
Un libro y alguna cosilla para acompañar: unas cremas de manos, una libreta y unos chocolates con frutas.
Lo envolví con este papel tan chulo que tenía hace tiempo y que pensé que era el momento de usar. Y lo metí en una caja reciclada de un envío online.
Ella también me regaló un libro que no conocía de nada, pero que ella recomienda fervorosamente y que creo que me va a gustar. Ya os lo contaré.
Además, me mandó un té de tarta de manzana, que huele maravillosamente bien y que voy a utilizar para hacer algún postre. Y un colgante muy viajero. Todo ello en una caja de gatitos preciosa que creo que enseguida encontrará uso. Me gustó todo mucho.
Como siempre, ha sido un placer participar en este intercambio y tengo que darle las gracias a Itziar por organizarlo todo.
martes, 12 de junio de 2018
Una encuesta
Estoy notando que últimamente no hablo tanto de mi trabajo, ni de temas personales, y os estoy dando la lata más con mis lecturas y mis pelis y series. Esto es quizá por varios motivos, pero el principal, creo yo después de reflexionar un poco, se debe a las características de mis chicos: y por mis chicos hablo de mis alumnos y también de mis hijos.
Mis alumnos son, este año y el pasado, muy pocos, poquísimos. Cada uno de ellos daría para escribir un libro, os lo aseguro, pero al ser tan pocos, me resulta difícil hablar de sus cosas por el tema de la privacidad. Cuando tenía ciento y pico alumnos, os contaba cosas de uno de ellos, y sentía que no pasaba nada, porque cualquiera que lo viera no podía saber de quién estaba hablando (ni siquiera los compañeros de clase del alumno, en la mayoría de los casos, si pasaran por aquí de casualidad) o si era de este curso o del pasado, de una clase o de otra. Ahora me lo pienso más. Quizá la edad me ha vuelto más responsable. No, no creo que sea eso.
En cuanto a mis hijos, han dejado de ser niños pequeños. El mayor va camino de ser ya un adulto. Ha dejado atrás la adolescencia, ha madurado. Y me da cierto pudor hablar de él por aquí. Y con el pequeño creo que cada vez me pasa más lo mismo. Absorbe tanto de mi tiempo que luego, como le he dado tantas vueltas a las cosas con él, a veces ni siquiera necesito desahogarme por aquí. A veces, solo a veces.
El caso es que voy a hacer una encuesta. Sí, es el peor momento del mundo para hacer una encuesta, con el verano a la vuelta de la esquina, pero tengo ganas. Y, ¿qué queréis? Nunca he hecho una encuesta en el blog.
Quería preguntaros qué cosas os interesan para hablar de ellas. Pondré el formulario aquí y así el que quiera podrá decirme qué le gusta más y qué menos.
Y eso es todo por hoy, es decir, hoy no os cuento nada.
Mis alumnos son, este año y el pasado, muy pocos, poquísimos. Cada uno de ellos daría para escribir un libro, os lo aseguro, pero al ser tan pocos, me resulta difícil hablar de sus cosas por el tema de la privacidad. Cuando tenía ciento y pico alumnos, os contaba cosas de uno de ellos, y sentía que no pasaba nada, porque cualquiera que lo viera no podía saber de quién estaba hablando (ni siquiera los compañeros de clase del alumno, en la mayoría de los casos, si pasaran por aquí de casualidad) o si era de este curso o del pasado, de una clase o de otra. Ahora me lo pienso más. Quizá la edad me ha vuelto más responsable. No, no creo que sea eso.
En cuanto a mis hijos, han dejado de ser niños pequeños. El mayor va camino de ser ya un adulto. Ha dejado atrás la adolescencia, ha madurado. Y me da cierto pudor hablar de él por aquí. Y con el pequeño creo que cada vez me pasa más lo mismo. Absorbe tanto de mi tiempo que luego, como le he dado tantas vueltas a las cosas con él, a veces ni siquiera necesito desahogarme por aquí. A veces, solo a veces.
El caso es que voy a hacer una encuesta. Sí, es el peor momento del mundo para hacer una encuesta, con el verano a la vuelta de la esquina, pero tengo ganas. Y, ¿qué queréis? Nunca he hecho una encuesta en el blog.
Quería preguntaros qué cosas os interesan para hablar de ellas. Pondré el formulario aquí y así el que quiera podrá decirme qué le gusta más y qué menos.
Y eso es todo por hoy, es decir, hoy no os cuento nada.
lunes, 11 de junio de 2018
Departamento de especulaciones
Actualizo con otro libro, porque no me ha dado tiempo este fin de semana a preparar otro tipo de entrada, ya que he estado fuera con amigas divirtiéndome mucho. Ya os lo contaré. Pero mientras... otro libro.
Título: Departamento de especulaciones
Autora: Jenny Offill
Editorial: Libros del Asteroide
Se trata de una historia contada a pequeños sorbos, con fragmentos de vivencias de la narradora-protagonista. Los capítulos son cortos y el estilo es muy característico, aparentemente simple, pero cargado de significado. Nos cuenta la vida de una joven pareja siempre a través de un punto de vista sesgado, que es el de la mujer. La información se nos va racionando muy poco a poco, de forma que vamos percibiendo más los estados de ánimo que lo que realmente sucede. Mezcla un tomo fingidamente humorístico y muchas veces irónico con situaciones y pensamientos que te mueven por dentro. A través de anécdotas aparentemente sin importancia, lo que se nos cuenta es el sentido de una vida.
Me ha parecido una novela brillante, con un estilo que me ha gustado mucho. Creo que es un libro para releer.
Título: Departamento de especulaciones
Autora: Jenny Offill
Editorial: Libros del Asteroide
Se trata de una historia contada a pequeños sorbos, con fragmentos de vivencias de la narradora-protagonista. Los capítulos son cortos y el estilo es muy característico, aparentemente simple, pero cargado de significado. Nos cuenta la vida de una joven pareja siempre a través de un punto de vista sesgado, que es el de la mujer. La información se nos va racionando muy poco a poco, de forma que vamos percibiendo más los estados de ánimo que lo que realmente sucede. Mezcla un tomo fingidamente humorístico y muchas veces irónico con situaciones y pensamientos que te mueven por dentro. A través de anécdotas aparentemente sin importancia, lo que se nos cuenta es el sentido de una vida.
Me ha parecido una novela brillante, con un estilo que me ha gustado mucho. Creo que es un libro para releer.
viernes, 8 de junio de 2018
París-Austerlitz
Mientras estoy en Madrid divirtiéndome con amigas, os dejo con otro libro que terminé a finales de mayo, y que no quería dejar de reseñar por aquí, aunque sea de forma muy breve. Se trata de una novela corta de Rafael Chirbes, autor al que aún no había leído a pesar de que me lo habían recomendado mucho.
Título: París-Austerlitz
Autor: Rafael Chirbes
Editorial: Anagrama
Desde las primeras líneas de la historia, te das cuenta de que estás ante un narrador brillante, con una forma y un tono muy especiales de contar las cosas.
El narrador-protagonista nos habla de Michel, un hombre mayor que él que está enfermo, y de cómo ha sido su relación desde que se conocieron. No es una narración lineal, ni en ella aparecen hechos, sino más bien pequeñas anécdotas y momentos capturados que nos transmiten los sentimientos y sensaciones de los protagonistas. Se trata de una especie de confesión, una confesión urgente, de lo bueno y de lo malo de su historia.
Me ha gustado, y más saber que esta novela la estuvo reescribiendo y abandonando durante veinte años, hasta terminarla tan solo cinco meses antes de su muerte. No sé si es lo mejor que se puede leer de este autor, quizá no lo sea, pero sí creo que es una buena forma de acercarse a su obra, y me ha dejado con ganas de más.
Título: París-Austerlitz
Autor: Rafael Chirbes
Editorial: Anagrama
Desde las primeras líneas de la historia, te das cuenta de que estás ante un narrador brillante, con una forma y un tono muy especiales de contar las cosas.
El narrador-protagonista nos habla de Michel, un hombre mayor que él que está enfermo, y de cómo ha sido su relación desde que se conocieron. No es una narración lineal, ni en ella aparecen hechos, sino más bien pequeñas anécdotas y momentos capturados que nos transmiten los sentimientos y sensaciones de los protagonistas. Se trata de una especie de confesión, una confesión urgente, de lo bueno y de lo malo de su historia.
Me ha gustado, y más saber que esta novela la estuvo reescribiendo y abandonando durante veinte años, hasta terminarla tan solo cinco meses antes de su muerte. No sé si es lo mejor que se puede leer de este autor, quizá no lo sea, pero sí creo que es una buena forma de acercarse a su obra, y me ha dejado con ganas de más.
jueves, 7 de junio de 2018
Por trece razones. Temporada dos
No me apetecía mucho esta segunda temporada de Por trece razones, y lo cierto es que me la podía haber ahorrado.
Empecé a verla por curiosidad, y después de tres o cuatro capítulos iba a abandonarla, pero pensé que habría alguna sorpresa, algo que pudiera aportar a la primera temporada. Y no, al menos no lo he encontrado.
Si habéis visto la primera parte, os diré que la segunda lo que cuenta es el juicio, un juicio en el que tienen que declarar los implicados y en el que van a ir saliendo pequeñas sorpresas sobre cómo era Hannah, sobre lo que hizo o dejó de hacer. No me ha resultado interesante para nada, y me ha parecido repetitiva. Pero lo cierto es que sí está bien como punto de partida de un debate sobre muchos temas, pero no como serie, no como temporada. Creo que cualquier capítulo da para debatir sobre muchos temas relacionados con la educación, la paternidad, los centros educativos, la amistad, las relaciones, el autoconcepto, la posesión de armas, la violencia, la mentira... no sé, cientos de temas que se plantean, pero en los que no se profundiza.
También me ha parecido, como me pareció en cierta manera la primera parte, un poco inverosímil. Las personas implicadas no se cuentan nada, no sospechan nada, no parece que hablen con nadie... y al final todo el mundo se sorprende de pequeñas confesiones que no deberían ser tan sorprendentes.
Me ha parecido totalmente prescindible y ahora anuncian una tercera parte, que no creo que vea.
Empecé a verla por curiosidad, y después de tres o cuatro capítulos iba a abandonarla, pero pensé que habría alguna sorpresa, algo que pudiera aportar a la primera temporada. Y no, al menos no lo he encontrado.
Si habéis visto la primera parte, os diré que la segunda lo que cuenta es el juicio, un juicio en el que tienen que declarar los implicados y en el que van a ir saliendo pequeñas sorpresas sobre cómo era Hannah, sobre lo que hizo o dejó de hacer. No me ha resultado interesante para nada, y me ha parecido repetitiva. Pero lo cierto es que sí está bien como punto de partida de un debate sobre muchos temas, pero no como serie, no como temporada. Creo que cualquier capítulo da para debatir sobre muchos temas relacionados con la educación, la paternidad, los centros educativos, la amistad, las relaciones, el autoconcepto, la posesión de armas, la violencia, la mentira... no sé, cientos de temas que se plantean, pero en los que no se profundiza.
También me ha parecido, como me pareció en cierta manera la primera parte, un poco inverosímil. Las personas implicadas no se cuentan nada, no sospechan nada, no parece que hablen con nadie... y al final todo el mundo se sorprende de pequeñas confesiones que no deberían ser tan sorprendentes.
Me ha parecido totalmente prescindible y ahora anuncian una tercera parte, que no creo que vea.
miércoles, 6 de junio de 2018
Junio empieza con películas
Llevaba unos meses de sequía de películas, y este fin de semana nos hemos desquitado. Hemos visto unas cuantas. Os lo cuento.
Me la habían recomendado mucho, la había visto en varios blogs y al final me decidí a verla yo sola. Aunque finalmente se enganchó mi hijo mayor y la pudimos comentar un poco entre los dos. Una película interesante sobre paternidad, educación, pero también una reflexión sobre los sistemas políticos y económicos actuales. Una película que invita al debate.
Ya vimos esta peli en su momento, mi chico y yo, creo que en el cine. Pero sabía que al peque le iba a gustar y nos la planteamos como plan familiar de noche el día de mi cumple. La vimos los cuatro juntos (algo que sucede poquísimas veces) y nos encantó. Aunque sigo pensando que la edad de los actores no se corresponde con us papeles, pero es lo de menos.
Me daba un poco de miedo que esta película me diese demasiado miedo, por lo que me habían dicho. Y no fue para tanto. La vi sola mientras alrededor estudiaban unas cosas y otras y me gustó. No estuvo mal, aunque, como digo, no me resultó tan terrorífica.
Aprovechando el tirón, el domingo mi peque y yo vimos esta película, que es de esas de sobremesa, sin más, pero que nos mantuvo en tensión y la disfrutamos. Blake Lively pasándolo mal con un tiburón.
Y eso, así, con el mes recién empezado, significa que de momento la cosa no va mal en cuanto a cine en casa. Tengo algunas películas pendientes de ver en la gran pantalla, pero no sé si se me va a lograr...
Captain fantastic
Me la habían recomendado mucho, la había visto en varios blogs y al final me decidí a verla yo sola. Aunque finalmente se enganchó mi hijo mayor y la pudimos comentar un poco entre los dos. Una película interesante sobre paternidad, educación, pero también una reflexión sobre los sistemas políticos y económicos actuales. Una película que invita al debate.
Mamma mía
Ya vimos esta peli en su momento, mi chico y yo, creo que en el cine. Pero sabía que al peque le iba a gustar y nos la planteamos como plan familiar de noche el día de mi cumple. La vimos los cuatro juntos (algo que sucede poquísimas veces) y nos encantó. Aunque sigo pensando que la edad de los actores no se corresponde con us papeles, pero es lo de menos.
Verónica
Me daba un poco de miedo que esta película me diese demasiado miedo, por lo que me habían dicho. Y no fue para tanto. La vi sola mientras alrededor estudiaban unas cosas y otras y me gustó. No estuvo mal, aunque, como digo, no me resultó tan terrorífica.
Infierno azul
Aprovechando el tirón, el domingo mi peque y yo vimos esta película, que es de esas de sobremesa, sin más, pero que nos mantuvo en tensión y la disfrutamos. Blake Lively pasándolo mal con un tiburón.
Y eso, así, con el mes recién empezado, significa que de momento la cosa no va mal en cuanto a cine en casa. Tengo algunas películas pendientes de ver en la gran pantalla, pero no sé si se me va a lograr...
martes, 5 de junio de 2018
No son los kiwis, son las kiwis
No me gustan los kiwis. No me gusta demasiado el sabor, pero lo que no soporto es la textura, ni la de fuera, ni la de dentro. Las frutas con pepitas y puntitos dentro, como la fresa, no son de mi agrado, y las que tienen la piel como el melocotón, tampoco. Lo sé, soy rara. Pero, aunque no me gusten LOS kiwis, me encantan LAS kiwis.
Porque las kiwis son unas chicas ma-ra-vi-llo-sas con las que he quedado este fin de semana para darlo todo (guiño, guiño) por Madrid. Porque son todas ellas, cada una a su manera, muy especiales, y juntas hemos formado un grupo que multiplica las características buenísimas que tenemos cada una por mil cuando estamos en la misma habitación. Incluso cuando hablamos en la distancia.
Tengo unas ganas locas de verlas a todas, y ya me va quedando poquito.
Tenemos muchas cosas buenas que celebrar, y la principal es nuestra amistad, que perdura en el tiempo y se va consolidando, a pesar de que somos de rincones distintos del país y a pesar de que somos muy diferentes en muchas cosas.
Sí, las kiwis son esas chicas estupendas a las que recurro cuando veo la vida cuesta arriba y me cuesta encontrar el lado positivo, o cuando me pongo intensita, o dramática... vamos, un día de cada pocos. Es genial poder contar con estas #amigasyadeaños y #amigasdeformairrevocable
Así que me quedan ya tan solo un par de días para el #kiweekend
Porque las kiwis son unas chicas ma-ra-vi-llo-sas con las que he quedado este fin de semana para darlo todo (guiño, guiño) por Madrid. Porque son todas ellas, cada una a su manera, muy especiales, y juntas hemos formado un grupo que multiplica las características buenísimas que tenemos cada una por mil cuando estamos en la misma habitación. Incluso cuando hablamos en la distancia.
Tengo unas ganas locas de verlas a todas, y ya me va quedando poquito.
Tenemos muchas cosas buenas que celebrar, y la principal es nuestra amistad, que perdura en el tiempo y se va consolidando, a pesar de que somos de rincones distintos del país y a pesar de que somos muy diferentes en muchas cosas.
Sí, las kiwis son esas chicas estupendas a las que recurro cuando veo la vida cuesta arriba y me cuesta encontrar el lado positivo, o cuando me pongo intensita, o dramática... vamos, un día de cada pocos. Es genial poder contar con estas #amigasyadeaños y #amigasdeformairrevocable
Así que me quedan ya tan solo un par de días para el #kiweekend
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