Estos días he estado pensando en cómo eran en mi infancia esos días en que íbamos a la playa y cómo son ahora. Las diferencias son abismales.
Antes: íbamos de veraneo, con todo lo que ello implicaba. Nos trasladábamos en el renault 8 de mis padres y en el seiscientos de mis tíos, cinco en cada coche, hasta Cantabria. Llevábamos hasta un televisor portátil, maletas, neveras con comida (como si allí no fuera a haber tiendas), mi madre llevaba hasta sábanas... En mi más tierna infancia, mis veraneos fueron en Suances, San Vicente de la Barquera, Santander o Santoña. Aquel viaje nos parecía eterno. No teníamos asientos elevadores, ni cinturones de seguridad para los niños. Hacíamos varias paradas para descansar y llegábamos ojerosos, después de pasar horas mareados, vomitando...
Ahora: vamos de vacaciones. Nos movemos a un lugar mucho más lejano, a playas del sur o Levante, con nuestras maletas de ruedas (hasta mi hijo pequeño tiene maleta de ruedas). Los niños van jugando a sus nintendos, o viendo un dvd, eso sí, con cascos para no molestar al conductor. Los mayores escuchamos música tranquila y seguimos al pie de la letra las recomendaciones de la Dirección general de tráfico.
Antes: íbamos a un apartamento, pequeño, muy pequeño. Recuerdo como si fuera ayer el apartamento que alquilamos en San Vicente. Dos dormitorios para diez personas. Y en la cocina cabían dos, pero de perfil y sin moverse mucho. Nuestra portera tenía vacas y nos subía la leche por las mañanas.
Ahora: preferimos ir menos días pero a un lugar donde nos lo den todo hecho, un hotel o apartahotel, con piscina, cerca del mar, televisión en el dormitorio... Un lugar donde tengan desayuno-bufé y a ser posible actividades para entretener a los niños.
Antes: nuestros padres bajaban con nosotros a la playa... y allí nos soltaban. No estaban preocupados por si echábamos arena al vecino, por si corríamos aquí o allá. Su mayor preocupación era la digestión. Tenías que hacer las dos horas de digestión aunque sólo hubieras desayunado un vaso de leche.
En Suances a mi prima se la llevó una ola. Tenía tres años y estaba sentada en la orilla. Las olas debían de venir muy fuertes ese día y una ola se la llevó mar adentro. Pues bien, puedo deciros que mi madre y mi tía un rato después estaban preguntándose dónde estaba la niña cuando un señor ya la había sacado del agua y estaba preguntándose a su vez dónde co... estaban los padres de la criatura.
En San Vicente yo estuve a punto de ahogarme. Tenía siete años y aún no sabía nadar. Mis hijos se parten de risa cuando se lo digo. Fue en la playa de la ría. Mi hermano me oyó gritar y corrió hacia mí con un flotador en la mano. Nuestros padres no se enteraron de nada hasta que se lo contamos al llegar a casa.
Ahora: vamos a la playa y hacemos vigilancia intensiva de nuestros hijos. De muy pequeños, horas de pie en la orilla del agua viendo como el niño coge agua y arena con la palita y el cubo. Después, al agua con ellos. Ahora mismo a mis hijos no les dejamos bañarse en el mar ellos solos. Siempre va su padre con ellos.
Antes: Mi madre y mi tía nos soltaban tooooooda la mañana y tooooooda la tarde en la playa, y nos daban ¡Nivea!, sí, la de la cajita azul, nada de protección solar. Mi madre, que era una adelantada a su tiempo, nos daba los primeros días de playa una crema con índice de protección 4, y mi tía le decía que así no nos íbamos a poner morenos nunca.
Todos los años irremediablemente nos quemábamos, y lo pasábamos fatal para dormir durante unos días.
Ahora: Embadurnamos a los niños y a nuestros propios cuerpos con protección 50 o 60 antes de salir de casa, al poco de llegar a la playa, un rato después, ahora los hombros, las orejas, el empeine de los pies. Y nos pasamos el tiempo gritándoles: ¡Ponte a la sombra!
Antes: las tardes consistían en quitarse toda la arena que se pudiera del cuerpo y salir a dar un paseo por el pueblo que tocara. Todos los días por los mismos sitios. Nos compraban un helado siempre que no hubiéramos liado ninguna, y eso al final de la tarde, para que no pidiéramos más. Desde el mismo instante de salir de casa ya estábamos insistiendo en la compra del dichoso helado.
Todos los años irremediablemente nos quemábamos, y lo pasábamos fatal para dormir durante unos días.
Ahora: Embadurnamos a los niños y a nuestros propios cuerpos con protección 50 o 60 antes de salir de casa, al poco de llegar a la playa, un rato después, ahora los hombros, las orejas, el empeine de los pies. Y nos pasamos el tiempo gritándoles: ¡Ponte a la sombra!
Antes: las tardes consistían en quitarse toda la arena que se pudiera del cuerpo y salir a dar un paseo por el pueblo que tocara. Todos los días por los mismos sitios. Nos compraban un helado siempre que no hubiéramos liado ninguna, y eso al final de la tarde, para que no pidiéramos más. Desde el mismo instante de salir de casa ya estábamos insistiendo en la compra del dichoso helado.
Ahora: llevamos a nuestros hijos de turismo cultural. Hoy a ver esta ciudad y su catedral, mañana a un museo muy interesante que hay allá, otro día a ver los animales que tienen no sé dónde...Recorridos turísticos que muchas veces no le apetecen a nadie pero que consideramos que hay que hacer para que nuestros hijos vean cosas y aprendan.
Antes: mis padres y mis tíos se daban de vez en cuando un homenaje en un restaurante. Como los niños éramos pequeños y no sabíamos apreciar esas cosas, nos daban de cenar en casa y nos decían que no pidiéramos nada. Recuerdo un restaurante en Santander donde nos dejaron sentados en la mesa de al lado y, mientras ellos cenaban, terminamos con todas las reservas de palillos y servilletas del lugar. En otro sitio nos dejaron sentados en las escaleras a la puerta del restaurante. Y desde allí contábamos la gente que pasaba y gritábamos a los viandantes.
Ahora: buscamos lugares para comer o cenar que les puedan gustar a los niños, o donde puedan entretenerse y no molestar a los demás comensales.
De verdad que los tiempos han cambiado mucho. Pero mucho, mucho.
Me encanta: es la vida misma.
ResponderEliminarFANTÁSTICO!!!
ResponderEliminarHa sido genial, qué real!!!
Desde luego seguimos siendo un país de pandereta, pero en muchas cosas, por fin (sobre todo en lo referente a la seguridad infantil), hemos cambiado.
Musus
Ahora toca hacer uno sobre los parques infantiles, que tb da para mucho, porque el suelo de cemento i pichi y los columpios oxidados, se lo merecen, ejjeje
ResponderEliminarPues a mi en muchos aspectos me gustaba más lo de antes... Ya comenté que lo que se hace ahora, que efectivamente es más turismo que veraneo, me parece algo artificial, plasticoso y bastante borrego, y yo me lo pasaba genial jugando en la plaza del pueblo con mi helado mientras los mayores comían o cenaban, también me gustaba mil veces más ir al pueblo o de camping que hacer turismo por capitales. Eso sí, bendita sea la crema solar...
ResponderEliminarYo prefiero lo de antes porque es lo que viví. Si algún día tengo churumbeles (que si puedo tener más gatos sera la mejor opción) pienso hacer las vacaciones de verano como las de antes, a lo anuncio de Casa Tarradellas.
ResponderEliminarCreo que los niuños de hoy en día están demasiado consentidos y deberían aprender a disfrutar como antes.
Y los padres igual, vamos.
Quiero que sepan lo que es un verano como dios manda. Con sus bicis, sus helados, sus piscinas o su playa, los desayunos viendo los caballeros del zodiaco, el bollycao, el tang!, salir a caminar a jugar al fútbol, ir a tomar algo por la mañana y por la noche, conocer sitios y enseñarles a ver la parque pequeña de las cosas que suelen ser más divertidas y bonitas que pasarte 4 días metido en port Aventura.
Totalmente de acuerdo en todo, menos en lo de que las madres no se enteraban de lo que pasaba en el agua, mi madre siempre fue una histérica para eso, tanto conmigo como con mi hermana. No nos dejaba pasar de la orilla!!!y a día de hoy a sus sesenta y pico sigue diciéndome que no me meta muy pa dentro que me afuego!!jejejeje. Y que verdad lo de la protección, a mí Nivea no me echaban (soy algo más jovencita que tu creo...), pero sí que me echaban poquísiiiiiiiima protección porque sino no me pondría morena nunca!!jajaaj. Cómo cambian las cosas!
ResponderEliminarbesines ro!!
jajaja Si, si que han cambiado y mucho los tiempos,y a la vista, no es verdad que cualquier tiempo pasado fuera mejor, aunque muchas de las cosas que cuentas se recuerdan con añoranza, pero los avances y las modas del siglo XXI, no hacen disfrutar de un hoy en muchas cosas muy satisfactorio, cosas que ya no cambiamos por nada.
ResponderEliminarBesos mil.
Gracias por pasaros por aquí. Es verdad que lo de antes tenía su encanto. Además, la infancia es una época de acumulación de recuerdos. Pero algunos de los cambios son muy positivos.
ResponderEliminarNo soy extremadamente cuidadosa ni madre cargante con mis hijos. Les dejo más libertad que la gente de mi alrededor, mis amigas dicen que soy una madrastra ña cuando mis hijos lloran porque se han caído y no les hago mucho caso, salvo que vea sangre o chichones... Pero antes se criaba a los hijos de otra forma completamente distinta, ni mejor ni peor, distinta.
Besos.
Me encantó esta entrada.. aunque a mis hermanos, primos.. sí nos dejaban cenar y nos tenían bien vigilados.. jaja.
ResponderEliminarSaludos :)
ja, ja, Ro, me lo he pasado en grande leyéndote. Muchas cosas parecidas tengo yo también. El único que se ponía protección era mi hermano, porque era muy, muy blanquito y se lo había dicho a mi madre el médico. Yo llegaba todos los días con los cachetes fucsias y nada. De hecho hoy tengo las mejillas hechas polvo, pero eso sí, yo al agua me iba sola con mi cubo y mis cosas, y mis padres en la toalla. Hoy con el peque, no me lo separo de la rodilla...Como díría Presuntos Implicados, ahhh, cómo hemos cambiado!
ResponderEliminarMe parto, es total
ResponderEliminarBelen