Familia

Este fin de semana, ha sido el cumpleaños de mi madre. Uno de esos cumpleaños cuya cifra acaba en 0, y que por tanto, parecen más trascendentales que otros.

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Hemos aprovechado para juntarnos todos los hermanos, que no es que seamos muchos (conmigo tres) sino que vivimos diseminados por la geografía española.

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En un principio éramos mi hermano pequeño y nosotros, pero en el último momento, el mayor cogió un avión (vive en Canarias) y se hizo un viaje relámpago de tan solo tres días para estar todos juntos.

Hacía más de un año, puede que cerca de dos, que no estábamos los tres hermanos en casa.

De esta reunión familiar he sacado algunas ideas:

- cuando estás en familia, tienes que olvidarte de la dieta, dejarla encerrada bajo siete llaves y soltar tus más bajos instintos glotones. Si no lo haces, saldrán de todos modos, pero con sentimiento de culpabilidad incluído.

- los niños, al menos los míos y mi sobrino, sólo están tranquilos y sentados si tienen en sus manos una nintendo, una PSP, un mando de Wii, un iPhone, una tablet o cualquier aparato electrónico que les absorba el cerebro.

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- a mi hijo mayor (10 años) le encantan las conversaciones de los mayores, sobre todo si se cuentan cosas de cuando eran pequeños.

- una mañana de horneado de dulces entre cuñadas y madre-suegra son la mejor terapia para limar asperezas o malos entendidos.

- me gusta saber que todavía puedo mirar a cualquiera de mis hermanos y saber exactamente qué piensa o  qué va a decir a continuación.

Ahora estoy de vuelta a casa, con al menos dos kilos más, cansada de dos noches de acostarme a las tantas, con la garganta destrozada de tanto hablar y hablar, con dos hijos que han tenido sesión de maquinitas para varias semanas, y con la sensación de que sí, de que a la familia no la eliges, pero que es bueno poder volver a un lugar, a unas personas, a las que puedas llamar tu hogar.

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Al fin y al cabo, la familia es la familia, como diría don Vito Corleone.