Los profesores no tenemos secreto de confesión (aún no, creo), pero quizá deberíamos tenerlo, por la cantidad de cosas que podemos llegar a oír a lo largo del curso. Y diréis, yaaaaaaaaaa, pero si a vosotros no os confiesan crímenes o cosas así. No, eso no...¿no?¿seguro?
Desde que empecé en esta profesión, me di cuenta de lo difícil que es trabajar con personas. Si uno está en una oficina, un papel que se pierde, un trabajo que no se acaba, puede suponer una bronca del jefe, más trabajo,...no sé. Pero en el caso de las personas que trabajamos con personas, esto no es, no puede ser lo mismo. No quiero poneros el ejemplo de médicos, enfermeras y demás personal sanitario, que es el más obvio. Trabajar con personas es muy difícil.
Creo que ya he dicho por aquí que el anonimato de mis alumnos es fundamental para mí. Cuando hablo de alguno de ellos, siempre le pongo el nombre que me da la gana, que nunca es el suyo, aunque sea un nombre tan común como Juan, Manuel, María o Daniel.
El caso de los profesores es...no sé, complicado.
Algunos de mis compañeros, por supuesto, no se plantean nada de esto que yo sí me planteo. Llegan al centro, dan sus clases, intentan que los alumnos les molesten lo menos posible, que aprendan lo más posible, y punto. No considero que por ello sean malos profesionales, al contrario. Muchos de los que así obran son los mejores profesores que yo he conocido.
Pero, no sé por qué, creo que hay que ir más allá. O a lo mejor no, a lo mejor deberíamos quedarnos al margen de lo que les pasa a nuestros alumnos y ya está. Pero yo no puedo evitar ir más allá. Voy tan más allá que algún día me voy a quedar al otro lado.
Cuando conozco los problemas de algunos de mis alumnos, la mayor parte de las veces no puedo hacer nada para solucionarlos. Eso es así, por duro que parezca, nada en absoluto.
Otras veces, puedo hablar con sus padres, si ahí está el problema, o avisar a los servicios sociales, o buscar algún amigo o amiga de su edad que pueda ayudar.
Hoy he llorado en el instituto. Eso no es raro, lloro a menudo. Puedo llorar de emoción o de pena ante muchas situaciones que pasan cada día ante mis ojos. Lo de hoy, no sé exactamente si es más grave o menos que otros casos.
Como siempre, no puedo dar nombres, ni contaros exactamente todos los datos, porque vivo en una ciudad pequeña y todo acaba sabiéndose.
Os cuento, Roberto es un chaval problemático. Eso es evidente para todos sus profesores y compañeros. Tiene días buenos, en los que parece que es hasta fácil trabajar con él, y días terribles como el de hoy, en el que ha tenido clase con seis profesores y ha tenido enganchadas con cuatro de ellos.
Y, ¿qué voy a decir que no sepáis ya? Yo estaba en medio, como siempre.
Lo encontré por el pasillo maldiciendo y amenazando al profesor que le acababa de expulsar de clase. Decía verdaderas barbaridades, insultaba, amenazaba con pegarle, así que me lo cogí para mí y nos sentamos en un banco. Le dije que no ganaba nada con esa actitud, que, como es lógico, en un enfrentamiento con un profesor, el alumno siempre sale perdiendo, que con eso sólo podía ganarse un expediente disciplinario y la expulsión del centro.
Estaba obcecado, rabioso, no escuchaba.
Y de pronto se echó a llorar. Cuando mis chicos lloran yo no puedo con ello, porque son chavalotes grandes, como éste, con esa pelusilla fea sobre el labio, adolescentes acnéicos y un poco desproporcionados, ya sabéis.
Y parecía que no había llorado en un año, o en toda la vida, porque sentado como estaba y con la cabeza entre las manos las lágrimas caían a chorros hasta el suelo. Y su llanto no cesaba, y no cesaba.
No suelo tocar a mis alumnos. No solemos hacerlo casi ninguno, simplemente con agarrarlos del brazo para sacarlos de clase o algo así se ponen a la defensiva (¡¡No me toques!!) y a solas es mucho más problemático aún, por lo que suelo, cuando puedo, que es pocas veces, intentar mantener las distancias.
Pero aquí sólo me quedó la opción de abrazarlo e intentar darle palabras de consuelo, de esas que no significan nada, que no son más que un susurro sin sentido, pero que intentan servir de algo.
Pero aquí sólo me quedó la opción de abrazarlo e intentar darle palabras de consuelo, de esas que no significan nada, que no son más que un susurro sin sentido, pero que intentan servir de algo.
Finalmente no conseguí que pidiera perdón al profesor y se ha ganado un buen castigo. No siempre se puede lograr un final feliz.
Y es que Roberto vive desde hace un mes en un centro de acogida. Y no porque no tenga familia, no, eso ya sería bastante grave. Lo suyo es, creo, peor. Su madre ha decidido que no puede con este hijo problemático y ha pedido a las autoridades que le quiten la custodia. Sí, como lo oís, esta madre ha renunciado voluntariamente a la custodia de su hijo, mientras que su hermana pequeña, una hermana de otro padre, se queda en la casa, recibiendo el cariño de sus padres, al menos mientras no dé problemas, claro.
No sé si entendéis por qué he llorado tanto, y aún me caen las lágrimas sobre el teclado mientras escribo. Es lo que tiene trabajar con personas.
Yo creo que te entiendo. A pesar de mi escasa experiencia en los 5 días en los que trabajé asistí a una escena parecida. Un alumno al que vino a buscarle la policía municipal porque tras otra de "las muchas" que solía montar llamaron a su abuela (vivía con ella y tenía una tutora) y la abuela dijo al jefe de estudios que ella ya no podía más, que hicieran lo que fuese pero que ella no podía hacerse cargo. La situación fue tensa y dramática. A mi se me encogió el corazón y no digo nada de cómo estaba el jefe de estudios. Era la primera vez que se enfrentaba a algo así y su cara de pena lo decía todo.
ResponderEliminarEn cuanto a lo del anonimato yo también lo hago, lo de inventar nombres, por si acaso.
Espero que el finde calme tu llanto y por mi parte te doy la enhorabuena por tu actitud.
Madre mía!! no sé que pensar, renunciar a un hijo así...claro no sé como se comportara con sus padres, quizá sea agresivo con ellos, no sé...pero aún así, buff!! y que duro tiene que ser a veces tu trabajo, yo creo que no valdría, con lo llorica que soy!!! y una pregunta ¿cuantos años tienen los alumnos a los que les das clase?un besín
ResponderEliminarMarlén, mis alumnos son de la ESO, tienen entre 12 y 15 años, más o menos, porque suelo dar clase en los primeros cursos, primeros y segundos. Este, en concreto, tiene catorce años. Una pena.
ResponderEliminarPerri, gracias por pasarte de nuevo.
Que situación tan dura y tan difícil, sobre todo al ser tan jóvenes, no deberíamos olvidar lo difícil que es la etapa de la adolescencia.
ResponderEliminarB*
Se te debe haber partido el alma. Son difíciles, dan problemas, pero tienen sentimientos. Ese llanto desconsolado de él, casi me hace llorar a mí también ahora. Sólo me queda felicitarte por tu empatía y generosidad.
ResponderEliminarB*,muchas veces nos olvidamos de que los niños y jóvenes tienen problemas de verdad y pensamos que los verdaderos problemas son los de los adultos. Y la adolescencia ya es una etapa difícil, así que si le sumas más cosas...
ResponderEliminarBelén, me siento impotente ante estas cosas. Solo me dan ganas de montarlo en mi coche y traermelo a casa. Ufff.
Qué difícil debe ser, para él, para ti, y para todas aquellas personas que deciden no pasar de largo. Salu2 y ánimo.
ResponderEliminarGracias, erre-ele, pero lo malo es no poder hacer nada, aunque quieras, o lo pases ml. Al final, yo me voy a mi casa con mi familia y no puedo solucionar sus problemas, ni los de muchos otros que son parecidos o peores.
ResponderEliminarNo poder hacer nada, eso es lo peor.
Madre mía, vaya papelón... es que hay cosas y situaciones que son demasiado complicadas.... Todo esto me ha hecho acordarme de una película que se llama "El niño de la bicicleta", deberías verla.
ResponderEliminarTratar con personas siempre es difícil, y cuando se es una persona sensible, como me parece que eres tu, mucho más complicado si cabe. Yo a veces envidio a la gente que no se involucra porque no lo pasan tan mal. Mucho ánimo y no cambies, porque la enseñanza necesita de profesores como tu. un beso muy fuerte y mucho ánimo que ya están ahí las vacaciones para desconectar.
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ResponderEliminarEs horrible que existan casos así. En mi opinión, creo que los profesores sí deberían involucrarse, al menos hasta cierto punto, creo que de esa manera, quizá, con la suma de mucho, sí se podría conseguir algo.
ResponderEliminarNo lo sé, sin duda es un tema muy delicado.