Un cambio de rumbo

A mediados del mes de marzo, salió el concurso de traslados provisional en mi trabajo. Y me habían dado destino. Todo provisional, muy provisional. Un destino que me ilusionaba, y un cambio de rumbo también ilusionante.

Solo quedaba esperar si eso iba a ser así, si se confirmaría, o me iba a quedar donde estoy. Y cualquiera de las dos opciones era igual de válida.

Siempre he repetido, a todo el que me quisiera oír, que mi centro funciona fenomenal, que me he sentido siempre bien aquí, desde el primer día, con alumnos y compañeros, que el equipo directivo me ha dejado hacer lo que he querido, me ha tratado siempre muy bien. Y me daba una pena terrible marcharme.

Pero también es cierto que ir a un lugar que tú has pedido, bastante más cerca de casa, y con una materia diferente, con unos alumnos de otro tipo... también era para mí algo que me apetecía mucho.

Pues bien, ahora, un tiempo después, ha salido el concurso definitivo.

Y ayer por la mañana me enteré de que me habían confirmado el traslado. Y me sentí feliz y triste a la vez. Ya sé lo que es esa sensación. Me ocurrió muy parecido cuando me trasladaron de mi anterior destino, porque era un lugar en el que estaba muy bien.

He estado bien en el trabajo casi siempre. Solo ha habido un sitio, quizá dos, en los que no me ha gustado tanto trabajar. Y llevo exactamente 18 institutos en estos años. Así que nada me dice que mi próximo destino no me vaya a ir bien. Es más, estoy convencida de que me irá genial.

Ya os contaré más cosas.