La vacuna

 El jueves, último día de clase en esta comunidad, nos pusieron en nuestro centro la primera dosis de la vacuna, por fin.

Estaba deseando que ese momento llegara, de verdad. Veía muchas reticencias a mi alrededor, y todos tenemos algo de miedo a lo desconocido, pero tenía ganas, y tengo, de estar vacunada por fin. Y de que esto de la vacuna coja ritmo y podamos estar todos más tranquilos.

Nos pusieron la vacuna sobre las doce de la mañana, y unas horas después ya muchos de los que pertenecemos al claustro, y al personal no docente,  teníamos síntomas. Fiebre, mareos, náuseas, malestar general, dolores de cabeza,  dolores musculares, molestias en la brazo del pinchazo, incluso en algunos caso, manchas rojas en la piel. 

En mi caso me he librado de las manchas; lo demás ha venido todo. Una vez, hace muchísimos años, tuve una intoxicación por gas en casa. No estaban mis padres y pasé una noche malísima, porque la caldera quemaba mal el Gas Natural. Pues bien, recuerdo aquella sensación de envenenamiento, y ha sido la misma que ahora. El cuerpo luchando contra algo que le hace daño.

La noche del jueves y la mañana de ayer, viernes, pasé un mal rato, pero por la tarde ya estaba mejor y por la noche recuperada del todo. 

¿Merece la pena? Por supuesto que merece la pena. Un rato malo a favor de terminar con esta pandemia que nos está minando la vida. Claro, hay que vacunarse, todos, y cuanto antes.