El embarcadero

El embarcadero aparecía anunciada en todas partes, al menos en mis redes sociales. Y me creó la expectación suficiente para querer verla.

Me encanta su actor principal, Álvaro Morte. Me gustó muchísimo en La casa de papel y me ha encantado en este papel, que es bastante complicado para que resulte creíble. Y me ha sorprendido gratamente una actriz, Irene Arcos. La recordaba de Élite, pero tenía un papel secundario y ahora se come todas las escenas y al resto de los actores. Está maravillosa.

La fotografía es fantástica y también me ha gustado la música. La historia no es que sea original, pero está tratada de una forma original, tanto que te planteas cosas y piensas qué harías tú en el caso de los protagonistas, de cualquiera de ellos.

Ayer comentaba una amiga que tiene varios fallos de ambientación bastante gordos. Y yo ni me había fijado, pero es cierto. Hay muchas concesiones a la imaginación que no se ajustan a la realidad. Lo que pasa es que la historia de por sí es bastante inverosímil (no quiero destriparle nada a nadie y por eso no lo comento en detalle), y si te metes en ella, pues entras de lleno, y te la crees sin más. Es lo que pasa con muchas ficciones, que entras o no entras. Y yo aquí entré de lleno.

Una cosa que no me ha gustado, y que no me gusta en muchas series, es que las hacen relativamente cortas (bien) pero no las terminan. Las dejan en lo más interesante, así, para que te enganches y quieras ver una segunda parte que no es tal, sino simplemente la primera temporada que han dejado a medias. Para mí lo que han estrenado de El embarcadero es media temporada. Considero que una temporada de una serie debe cerrar tramas, aunque deje algún cabo suelto para continuar con otra temporada. Y en este caso deberían, en mi opinión, haber hecho una serie de una única temporada, terminada, sin intentar alargarla innecesariamente. Cuatro o cinco capítulos más habrían bastado.