Una pequeña operación

Hoy estaré todo el día en Madrid, porque a mi madre le quitan los tornillos y las placas que le habían puesto en el pie hace un año, cuando se operó.

Parece ser que es algo bastante rutinario y que no ingresa ni hace noche en el hospital, así que supongo que esta noche estaremos de vuelta. Me la traigo a casa, porque ahora durante unos días necesitará algo de ayuda, y además ya están cerca las Navidades.

Va a tener razón mi peque que dice que la abuela no vuelve a casa por navidad, sino antes de Navidad. Y es que ya son unos cuantos años que, por determinadas circunstancias, mi madre pasa una temporada en mi casa, y siempre por estas fechas.

No me quejo, me apetece que se venga unos días. No sé qué me pasa últimamente que la echo de menos. Luego cuando lleve aquí un par de semanas estaré cansada de sus comentarios y de que me mande hacer las cosas a su manera, pero de momento me apetece traerla. 

Esta Navidad viene también, como siempre, mi hermano con los niños. Y pasaremos al menos tres o cuatro días juntos. Me encanta porque mis sobrinos son mi debilidad y porque me gusta ver juntos a los primos.  Mis Navidades y veranos siempre fueron rodeada de primos y me gustaría eso para mis hijos, aunque ellos tienen muy pocos, dos  más o menos de su edad (aunque entre mi hijo mayor y mi sobrino pequeño se llevan doce años)  y cuatro ya adultos; y yo tenía exactamente 22 primos que tenían todos más o menos las mismas edades. 

De momento, mientras lees esto, estaremos de camino a Madrid, o allí, o de vuelta a casa. Y mañana me toca trabajar, claro. Aunque cuando pedí el día de hoy sonreí al pensar que libraba dos horas de mis queridos alumnos de segundo de PMAR. Para que os fiéis de mi faceta de profesora abnegada. Ya estoy contando los días de clase que me quedan hasta las ansiadas vacaciones de Navidad. Y creo que este año no me voy a quejar nada de que sean demasiado largas.