8 de marzo

Se daban para este 8 de marzo un montón de circunstancias personales para que yo no fuera a la huelga. No voy a enumerarlas aquí, pero resulta que se me complicaba todo demasiado para hacer huelga.

Hasta que llegó mi marido y me hizo una única pregunta inocente:

- El día 8 te apuntarás a la huelga, ¿no?

Él lo veía tan claro, pensaba que yo no tendría dudas, que me disipó las mías en un momento.

Y entonces pensé que sí, que podía resultarme complicado por muchos motivos, pero que para otras personas, para otras mujeres, es difícil el simple hecho de trabajar, y hacer huelga es poco menos que imposible. Y que hay que moverse por lo que uno cree.

No soy una persona muy metida en temas políticos y miro siempre con escepticismo a uno y otro lado. No me suelo interesar por quién es el ministro de qué o por qué novedades hay esta semana en cuanto a esto o lo otro. Solo he ido una vez a la huelga, y fue por algo que me tocaba muy directamente, hace muchos años, cuando hubo huelgas de profesores interinos para reivindicar unos derechos que conseguimos en cierta manera.

Y esta vez sí; esta vez tenía que ir a la huelga por coherencia, algo que siempre he defendido. Coherencia con mis ideas, coherencia conmigo misma y también, por qué no, coherencia con mis alumnos, a los que hablo de feminismo, a los que insisto en el camino que hay que recorrer y con los que no podría seguir mañana hablando de esto sin sentirme avergonzada si hoy fuera a trabajar.

Por eso, hoy paramos. Porque hay un largo camino por recorrer, y aunque algunos en algunos campos lo tenemos más fácil, y no vemos la brecha salarial porque no la sufrimos, queda muchísimo por hacer, y las mujeres, y los hombres nos tenemos que unir en ese camino.

Las ilustraciones son de Esther Gili, de Vireta y de Paula Bonet, aunque hay tantas...