Pero primero, nuestro jefe supremo tenía decidido pasar por Vannsee, la casa donde los nazis decidieron "la solución final del problema judío".
Desde la parada del metro hasta allí había autobús, pero éramos muchos, y tendríamos que montar en varias tandas, cada veinte minutos, por lo que perderíamos mucho tiempo, así que el soviético decidió que iríamos andando.
Una niña se acercó a preguntarle a qué distancia estaba la casa.
- Dos kilómetros y doscientos metros. Ni uno más ni uno menos.
Nadie más se atrevió a preguntar. Sólo diré que tardamos más de media hora en ir y otra media en volver, más otro tanto de metro, y que aquello no mereció la pena en absoluto, porque no había nada de la época, sólo fotos y documentos, todo ello en alemán y en inglés. Si querías enterarte de algo había que ponerse a leer un montón.
Uno de mis chicos dio en el clavo.
- Pues vaya caca. Si en vez de la foto, tuvieran los muebles, la mesa y las sillas donde se sentaron los alemanes, sería guay, pero así, para imaginártelo, no hace falta venir hasta aquí.
Después fuimos a Postdam, a visitar el palacio de Sanssouci, lugar de vacaciones de Federico II el Grande, rey de Prusia. Por el camino cogimos unos bocadillos y comimos allí. Pasamos unas horas muy agradables recorriendo los jardines y visitando los palacios.
Me alegró poder recorrer a mi aire varias librerías, donde, entre otras cosas, encontré este libro.
Muchos de mis alumnos también lo vieron y les hizo mucha ilusión verse las caras con Marina en alemán.
Estábamos todos tan cansados que no podíamos dar un paso más. Pero aún era pronto así que nos fuimos al centro a dar una vuelta y a buscar un lugar para cenar.
Una vez en el centro, una de las niñas nos llama para decirnos que se ha vuelto al hotel con unas pocas compañeras, que le duele un tobillo. Cree que tiene un esguince.
- ¿Cómo lo sabes? ¿Lo has tenido antes?
- Lo he mirado en google y tengo todos los síntomas.
Pasamos el resto de la tarde-noche buscando una farmacia de guardia, no os imagináis lo difícil que nos resultó, y los kilómetros en metro y a pie que recorrimos, pero finalmente compramos una tobillera y también crema para las picaduras, porque a quien más y a quien menos a todos nos habían picado bichos. Bromeamos con las posibles chinches del hotel...
La noche se acercaba y nos fuimos a buscar un lugar para cenar y reponer fuerzas. Allí recibimos una tercera o cuarta llamada de alumnos.
- Parece mentira...
- ¿Quéeee?
- Que está P. mala y no le habéis hecho ni caso. No habéis aparecido por el hotel.
- Pero si acabamos de hablar con ella, nos hemos recorrido medio Berlín, no nos sentimos los pies, ya sabe que le llevamos una tobillera y un antiinflamatorio.
- Es que... está llorando...
- Pues ahora vamos a cenar y después ya vamos a verla.
El soviético no tuvo reparos, pero a mí la cena se me atragantó. Entiendo lo que es estar lejos de casa, y que cualquier cosa que te pase sea para ti un mundo.
Aunque cuando llegamos, la chica estaba en la calle bebiendo una cerveza...
Continuará...
Ay los "muchachos" como se dice por aquí,...
ResponderEliminarDesde luego no te aburriste en el viaje eso seguro
bsss
cosicasdenuestravida