Navidades en familia

Nunca había entendido a las personas que odian la Navidad, porque para mí siempre ha sido una fecha memorable del año. Siempre he tenido mucha ilusión por estos días, no me preguntéis por qué, ya que lo cierto es que tengo razones, desde que era una niña, para odiar estas fiestas.

Aún así, me he mantenido en mis trece, viendo pelis navideñas, haciendo recetas navideñas, poniendo decoraciones navideñas e incluso música navideña.

Pero todo ha sido en vano.

Desde hace años, la situación en las Navidades ha ido empeorando paulatinamente.

Tengo la suerte, una suerte inmensa, de que no me falta nadie importante. Faltan mis abuelos, que antes pasaban las fiestas con nosotros, pero eso es lo normal a mi edad.

Aún así, el año pasado ya fantaseé con la idea de cogerme a mis tres chicos y marcharnos allí donde Cristo perdió el mechero y no volvió a recuperarlo.

Este año el panorama es el siguiente.

Para Nochebuena y Navidad, mi madre tiene la pierna escayolada, así que lo celebraremos en casa, y de eso no me quejo, pero vienen mi hermano y mis sobrinos: cuatro, nosotros cuatro y mi madre, total nueve personas y vivo en un piso de noventa metros, mientras que ella tiene uno de ciento cincuenta con habitaciones para todos, pero sin ascensor, así que este año toca aquí.

En Nochevieja y Año Nuevo, mi madre sigue con la escayola y mi suegra también lleva meses en una silla de ruedas. Total, que me toca ir a casa de mi suegra y llevar a mi madre y además llevar la comida y a toda la familia.

Una juergaaaaa, vamos, el despiporre.

Quiero volver a ser pequeña.