Un pequeño triunfo

Entre las cosas que me llevo este curso, una de las más importantes ha sido el proceso que hemos vivido con una de mis alumnas: Sara.

No sé si la recordáis, pero aquí os hablé de ella. Si no os apetece releerlo, os diré que tenía un grave problema de adicción a la marihuana.

Pues bien, puedo decir, hoy por hoy, y sin cantar victoria demasiado alto, que TENÍA un problema y ya no lo tiene, o está dejando de tenerlo. El otro día me dijo:

- Me parece increíble que ya haya perdido la cuenta de los días que llevo sin fumar porros.

Ha sido duro, duro para ella, por supuesto, pero ha tenido toda la ayuda que hemos podido darle todos sus compañeros y yo. Nada en su familia, por cierto. Ahora su madre está tan contenta de que haya mejorado tanto pero nunca se le ocurrió llevarle a un psicólogo o hablar con ella día y noche, convencerla, no sé, intentarlo una y otra vez.

Hemos ido, todos, contando los días, vigilándola, y han sido muy duros, sobre todo las primeras semanas, en las que puede que oyera cómo se quejaba más de cien veces al día, y me mandaba mensajes por la noche diciendo que creía que no iba a poder, tanto privados como al grupo de clase. Y todos se han portado genial. Todos, absolutamente todos, y eso es mucho si os digo que tengo otros cuatro alumnos consumidores habituales. Nunca ha habido un mensaje del tipo:

- Pues si te apetece, fuma, que por uno no te va a pasar nada.

Siempre ha habido palabras de aliento de sus compañeros, día y noche. Y hemos aguantado sus malas caras, su mala leche, sus broncas por todo, sus salidas de tono... sin rechistar.

Y sí, el otro día me dijo que ya había pasado de los dos meses y que había perdido la cuenta de días, cuando al principio la llevábamos por horas y fue terrible.

Ahora estamos convenciéndola de que no puede fumar nunca más, ni en una ocasión especial. Se acercan las fiestas del pueblo y ella pensaba que en esos días se podía permitir darse un homenaje. Pero entre todos, y a base de sacar el tema, una y otra vez, estamos convenciéndole de que no puede volver a probarlo.

No podemos confiar en que no vuelva, pero al menos sabe que puede dejarlo y sabe que estos días ha estado mucho mejor, más despierta, más activa...

Lo malo es que, en las últimas semanas, desde Semana Santa, cada vez bebe más. Y no me refiero a los fines de semana, que eso ya lo hacía, con porros o no. Sino que a veces ha bebido por la noche hasta tarde o viene sin dormir y un poco bebida a clase, o, como ayer, se escapa una hora y llega en condiciones deplorables al aula.

Ayer hicimos entre todos comité de crisis, y los chicos me decían que no puede dejarlo todo a la vez, que ha dejado los porros, que todos lo corroboran y es un gran triunfo, pero que no puedo pretender que deje de beber. Yo les explicaba que está sustituyendo una cosa por la otra y no puede ser, pero ese tema me parece que, por lo poco que queda de clase, no vamos a poder tratarlo.

(Luego que nadie se extrañe de que no me dé tiempo a dar el temario)