martes, 31 de enero de 2017

Adiós, enero

Este mes de enero no ha sido demasiado bueno para mí. En realidad, ha sido muy malo. Y estaba deseando que terminara.



Empezamos el año estando malitos, con gripe, casi todos en casa, y sin muchas ganas de nada. Tanto que nos fuimos a la cama poco después de las uvas.



El día de los Reyes Magos fue, como siempre, algo especial, pero ya no veo brillar los ojos de mis hijos como lo hacían antes. Y es que los años no perdonan en estas cosas.

Empezaron las clases y se hizo un poco cuesta arriba, pero lo que más me ha marcado han sido varios problemas familiares que hemos tenido estos días, y una nostalgia que no se me quita de la mente. ¿Nostalgia de qué? Quizá, creo, de ser hija de nuevo, de no tener sobre mis hombros todos los problemas del mundo, de poder decir: "papá, o mamá, esto no me sale" y dejar que ellos lo solucionen todo.



Además, el mes se ha visto aderezado por varias consultas médicas, revisiones y demás.

Lo único positivo, y lo dejo para el final, ha sido la vuelta a mover el culo en el gimnasio. Hacía años que no me apuntaba a ninguna clase de este tipo porque me era imposible. Ahora, combinando las horas de música de mi peque, he conseguido sacar un huequecito.



Me encanta el zumba, y es una hora en la que disfruto mucho, algo que no suele pasar cuando estoy haciendo ejercicio, así que voy motivada y, después de un mes, puedo decir que lo paso genial y quiero más. El pilates es otra cosa. No me gusta, ya lo practiqué hace unos años y me aburría muchísimo, pero voy a seguir porque he notado mi espalda mejor, y solo de pensar en mis visitas al torturador, ya me entran ganas de hacer pilates.


Estoy deseando saludar al próximo mes, a ver si se porta bien conmigo.

lunes, 30 de enero de 2017

Mis alumnos de este curso (3)

Ana es mi alumna más especial. Y lo es porque hasta ahora me ha resultado imposible llegar a ella. Y creo que nadie lo ha hecho.



Según las personas que la conocen más, y mi orientadora, Ana tiene algún tipo de trastorno de la personalidad que no saben a ciencia cierta porque su madre, al insinuárselo, dejó de venir al centro y negó la palabra a los profesores cuando los ve por la calle.

Es una niña totalmente dependiente y que no sabe desenvolverse sola en muchos ámbitos de la vida cotidiana. Y luego, por ejemplo, es capaz de aprobar exámenes, especialmente si se trata de cuestiones mecánicas. Sabe hacer operaciones matemáticas pero no resolver problemas. Sabe y se estudia toda la teoría de lo que sea pero luego no sabe qué contestar si, como por ejemplo el jueves pasado, le pregunto que qué problemas cree que tienen la ciudades actuales. Lo busca en google, poniendo la pregunta con todas las letras, pero no sabe qué copiar de todo lo que encuentra, no sabe gestionar algo tan sencillo como eso.



Los primeros días que les llevé a trabajar con los ordenadores, se sentaba delante de uno, el que fuera, y esperaba que se obrara la magia. Hasta que llegaba yo y le daba al botón de encendido.

No he conseguido que se haga una cuenta de correo electrónico para poder trabajar con ella. Y lo hemos intentado. Una compañera primero y luego yo, pero luego no se acuerda de qué había puesto de contraseña, no sabe cómo, no sabe qué poner... No habla delante de sus compañeros y cuando me pregunta algo o cuando lee en clase lo hace en voz tan baja que es apenas audible.

Tampoco es capaz, según me han contado, de ir sola a un supermercado o a ningún sitio, y sale siempre de casa con su madre.



Nuestra psicóloga la recomendó, al llegar al instituto, hace ya cuatro años, ir a algún campamento, apuntarse a alguna actividad por la tarde, salir de alguna manera del ámbito familiar, pero en casa se lo tomaron como una ofensa.

El curso pasado, o hace dos, fue al cine con todos sus compañeros del instituto el día antes de las vacaciones de Navidad (actividad que se organiza cada año). Y, según me contaron, aquello fue demasiado para ella. No entendió ni un segundo de película y todo alrededor le quedaba demasiado grande. No ha vuelto a ir.




Hace un mes, o algo más, les hice un cuestionario sobre cine, porque estamos haciendo un proyecto (o llamadlo como queráis) de trabajar la lengua a través del cine, vemos películas y me resumen, buscan información y hacen fichas de las películas, las comentan y me dan su opinión por escrito, han investigado y realizado todos un trabajo sobre un tema relacionado con el cine... en fin, que estamos en ello.

Ana en su cuestionario me dijo que no había visto ninguna película, que en casa no veía películas, que no le gustaba el cine, que no recuerda haber visto ninguna, que no quiere ver ninguna y así hasta el infinito. Si le preguntara sobre libros, sus respuestas serían las mismas. De música, igual.




Entiendo que alguien no sepa apreciar ninguna manifestación artística (no, no lo entiendo, pero puede que eso ocurra, ¿no?), pero que no sea capaz de entender un reloj, de coger sola un autobús, de ir a la compra, de manejar dinero o un móvil con dieciséis años y sin una discapacidad, al menos evidente, eso no lo entiendo.



Y sé lo que me diréis. ¿Pero es que los servicios sociales no pueden hacer nada? Cualquiera de nosotros pensará que esta niña está abandonada. Pero en su casa no le falta de comer, viene muy limpia y aseada a clase, se viste correctamente y no creo que en su casa tengan conciencia de que estén haciendo algo mal con su hija.

Bueno, pues ahí estamos, no me digáis que no tengo variedad...

domingo, 29 de enero de 2017

Esta semana 3

Si la semana pasada fue caca, esta semana nos hemos superado. Pero tenemos que haber tocado fondo (sí, por favor, por favor, por favor) y ahora solo se puede ir hacia arriba.




Esta semana he tenido claustro y un curso por las tardes que, junto con mi nueva rutina de pilates y zumba, me han dejado muerta. Me han dolido y me duelen todas las partes de mi cuerpo, de bailar, de saltar, de hacer abdominales... Y no he dormido mejor, porque mi cabeza va a mil por hora.


Imagen de Agustina Guerrero.


Esta semana he arrastrado tanto cansancio que no he tenido tiempo de ver pelis, salvo esas que os comenté ayer, pero tengo ahora mismo tantas que quiero ver que siento que no aprovecho nada el tiempo. Lo que sí he hecho ha sido leer, pero no tanto como tenía programado y pensado.




Esta semana no sé qué he hecho en clase que me parece que no hemos hecho nada en toda la semana, y es imposible, pero es mi impresión. Probablemente se deba a los preparativos para el día de la Paz, que nos han llevado un par de clases, y otra presentarles un nuevo proyecto que estamos haciendo en relación a Miguel Hernández, del que ya os hablaré.




Esta semana ha habido un par de momentos en el trabajo en que me he sentido en casa, ya sabéis, aquello de lo que os hablaba hace unos meses de sentir que perteneces a un lugar. Y esta semana me ha pasado no una sino dos veces.




Esta semana al final llegó la lluvia y con ella espero que se vayan disipando mis preocupaciones.


sábado, 28 de enero de 2017

He visto 13

Otra vez es sábado y os cuento lo que he visto en esta semana, que ha sido poca cosa, la verdad.


Título: Vivir es fácil con los ojos cerrados.
Director: David Trueba.

No suelo ser muy aficionada al cine español, y lo siento porque me parece que todos deberíamos apoyar el producto nacional en todos los frentes. Por supuesto, también en el cine. Y como reconozco que tengo ciertos prejuicios hacia el cine español, por eso muchas veces me pierdo películas que sí merecen la pena. He visto esta a ratos, yo sola, porque mis hijos también huyen cuando pongo una película española. Y mi marido, que, por el contrario, es muy aficionado al cine español, ya la había visto.

Me ha gustado bastante esta historia de un maestro de inglés que quiere conocer a John Lennon y todos los personajes con los que se encuentra. Es muy tierna.



Titulo: Tomorrowland: el mundo del mañana.
Director: Brad Bird.

Me puse a verla con el peque el fin de semana y parecía que iba a ser interesante, pero realmente no me gustó demasiado. Parecía una buena idea, una especie de mundo del futuro en el que todo es posible pero se queda en un quiero y no puedo. Además, no sé si la llegué a entender del todo. Y eso que es de Disney...


Título: La chica que saltaba a través del tiempo.
Director: Mamoru Hosoda.

La tercera película la vi ayer por la tarde. La tenía entre mis pendientes de Netflix y esperaba un momento oportuno para verla, sin más pretensiones que entretenerme. Y así fue. Una película simpática y entretenida, sin más.

Y eso es todo en esta semana.

jueves, 26 de enero de 2017

Libros y más libros

Hoy me gustaría publicar una reseña de un libro, como hago más o menos todas las semanas, pero no va a poder ser, no porque no esté leyendo, sino todo lo contrario.



Están siendo unos días muy lectores, en los que además estoy disfrutando de mis ratos de lectura, y mucho, pero los libros que ocupan ahora mismo mi mesita son varios, y al menos dos de ellos serán enviados en breve, o al menos eso espero, a recorrer mundo, porque son el comienzo de los grupos de libros viajeros que por fin he terminado de organizar.




Me encanta la idea de leer acompañada, y eso es lo que implica un libro viajero, así que estoy muy contenta con estos grupos que hemos formado. Pero también significa que estos días no estoy teniendo tiempo para nada más.




Luego está mi lista de pendientes, que crece cada día, y que llega un momento en que no sé ni por dónde empezar, porque voy apuntando en mi agenda, en un archivo que tengo en el ordenador, en mi lista de deseos de Amazon, en las notas de mi teléfono, pero no me da la vida ni para apuntar todo lo que me apetece leer.




En fin, que hay días, como ayer en los que he leído dos horas con mis alumnos, un rato en una guardia, por la noche antes de acostarme y que no me dan las horas para más aunque quisiera.

miércoles, 25 de enero de 2017

Otras vidas

Siempre he pensado que había tenido una infancia más o menos feliz, y sin embargo, en los últimos tiempos he estado pensando en ello y creo que tengo demasiados traumas para afirmarlo. La palabra trauma quizá sea excesiva aquí. No se trata de cosas graves, incapacitantes, pero sí de asuntos pequeños y no tan pequeños que no soporto y que tienen que ver con mi infancia.




La adolescencia suele ser difícil para todos así que me sentí una más y creo que en instituto fue una etapa feliz de mi vida. Al menos así la recuerdo, aunque a veces los recuerdos puedan engañarnos.




La juventud fue complicada, mucho, tanto como que con veintidós años  (y un hermano de dieciséis) se separaron mis padres, algo que me hizo tener que renunciar a mi Erasmus y pasé en unos meses a ser cabeza de la familia. No me falta nadie, no es eso, ni padre ni madre. Y siempre han estado ahí los dos para todo, tanto económicamente como en los afectos, y solo por eso podría considerarme afortunada. Pero desde su separación, si alguno de mis hermanos tenía  (o tiene) algún problema, me llamaba a mí, mi padre, a mí, mi madre, por supuesto a mí. En fin, que me hice mayor muy pronto, y eso también hizo que me casara muy pronto, con apenas 24 años.




No me arrepiento de nada porque es mi vida y me ha traído hasta aquí, pero ahora, con los años y la sabiduría que te dan pienso en otras vidas que podría haber tenido.

Y también pienso en otras cosas, en que la vida, las circunstancias, no han sido idílicas para mí pero tampoco malas, en que tal vez por eso tengo tendencia a intentar mirar las cosas desde el lado positivo, a relativizar (a veces no puedo y me ahogo en un vaso de agua), a intentar seguir con lo que me toca. Siempre he pensado, cuando algo no salía como esperaba, que las cosas podían ir peor, mucho peor, y que, al fin y al cabo, no me va tan mal.

Aunque hay momentos en que mi positividad se va a la mier... y solo tengo ganas de meter la cabeza debajo de las mantas y no levantarme en días, o semanas. Y últimamente tengo más días malos que buenos, y encima me ha dado por pensar en mi infancia...

En fin, quería preguntaros por esto... ¿Nunca pensáis en otras vidas, en que habría pasado si...?


martes, 24 de enero de 2017

Dos series juveniles

Al empezar el año, hemos cogido la costumbre de cenar juntos mi peque y yo viendo un capítulo. Quizá penséis que no es lo mejor del mundo, pero las cenas en mi casa son un caos, y cada uno cena por su cuenta, por horarios y demás, así que el niño solía cenar solo en la cocina, y la mayoría de los días yo le acompañaba, sentada a su lado para darle conversación.

Esta nueva costumbre nos viene bien a los dos, especialmente por intentar compartir un rato que no sea dedicado a los deberes.

Hemos visto la primera temporada de una serie y estamos con otra. Os cuento.

La primera que hemos visto es Las crónicas de Shannara.



En la información de Netflix ponía para mayores de doce años, así que imaginé que íbamos un poco justos con la edad, y me parece una clasificación adecuada, porque hay algo de sangre y también un poco de sexo, sin ser demasiado explícito.

A mi hijo le ha gustado mucho, tanto que este fin de semana aprovechó para volver a empezarla.

Es una serie un poco loca, ambientada en un futuro en el que ha habido una guerra, la guerra de las razas, y la civilización tal y como la conocemos se ha extinguido. Ahora hay elfos, gnomos, trolls, y también humanos. Pero todos los adelantos técnicos y las ciudades actuales ya no están. Y el vestuario y ambientación es entre futurista y medieval, una cosa extraña.


También hay un triángulo amoroso entre estos tres chicos guapos.




La serie que estamos viendo ahora es Una serie de catastróficas desdichas.



Ya habíamos visto la película en su momento, protagonizada por Jim Carrey. Y ahora el actor protagonista, el malo malísimo, es Neil Patrick Harris, un actor que a mí, no me digáis por qué, me cae muy bien.



Es una serie muy divertida, y también un poco loca, desde los títulos de crédito del comienzo hasta los argumentos, y el narrador, que aparece en escena cuando menos te lo esperas.

Los niños Baudelaire se han quedado huérfanos en extrañas circunstancias y tienen que irse a vivir con un pariente lejano, el conde Olaf, al que no conocen y que solamente quiere hacerse con su fortuna.

Muy apropiada para niños un poquito mayores y nada miedosos, como el mío.




Y eso es todo. ¿Me recomendáis alguna serie para estos ratos?

lunes, 23 de enero de 2017

Mis alumnos de este curso (2)

Segunda entrega de la serie de entradas que destino a mis alumnos.

Jonathan es el mejor amigo de Sara. No he visto nunca entre los alumnos una amistad más verdadera, un amigo de esos que te dice la verdad aunque te duela y que está a tu lado aunque te enfades con él.



Se hace el malote, pero es muy bueno, jamás te contestaría mal ni haría nada para molestarte; lo que pasa es que en clase no hace nada. Absolutamente nada. Y eso que es, con diferencia, el más inteligente de la clase.

Sus mayores preocupaciones son: sus amigos, el pueblo, la bici, las chicas, sus caballos, sus perros, sus gatos...



Dispone de demasiado dinero y demasiada libertad para su edad, al menos en mi opinión. Hace poco hizo negocios con alguien para comprar un caballo, ¡con su dinero!

- Pero luego hay que alimentarlo.

- Sí, claro, no es problema, profe.

Hace siempre un poco menos de lo que le pides, pero en el filo, sin llegar a que te enfades con él y, si le riñes, inmediatamente se reconduce para que las cosas no vayan a más. Va pasando las clases procurando que pasen de largo.



Tiene cinco hermanos aquí en España. Su madre es dominicana y se casó con su padre cuando este ya tenía hijos mayores con su mujer anterior, así que tiene algunos hermanos ya mayores, su padre que es bastante mayor, y dos hermanos más pequeños que él.

Como tutora, no conozco a los padres y por más notas que les he mandado, no se han pasado por el centro para nada. Creo que los estudios no son una prioridad para él ni para ellos.

Yo solo espero que encuentre un amigo, o tal vez una chica, a la que le importe de verdad y le empuje un poco a estudiar, al menos hasta terminar la ESO. Porque es un niño bueno y bastante manejable. Pero está muy perdido.

Y, no sé si lo he dicho, es el líder de la clase. Así que si él tiene un mal día, y habla, y molesta, la clase está perdida. Y si el mal día lo tienen él y Sara, ya te puedes preparar...

domingo, 22 de enero de 2017

Esta semana 2

Esta semana podría ser resumida con un emoticono. Este:





Esta semana he tenido varias reuniones: con la tutora y psicóloga del colegio de mi hijo pequeño, porque tengo muchas dudas sobre su futuro, ahora que termina primaria. Con unas profesoras que organizan viajes de verano al extranjero para ir buscándole algo a mi hijo mayor, que quiero que este verano, por fin, aprovechando que parece un poco más centrado, salga fuera un mes, al menos, y vea algo de mundo, y si de paso mejora su inglés, pues mucho mejor. Con la inspectora de mi centro, que nos va a hacer lo suyo, una inspección, precisamente a mi departamento, este curso.


Esta semana he empezado con las clases de zumba, y me han encantado, como ya suponía. Y he seguido con el pilates, lo cual me ha tenido cansada todo el día, porque estoy en muy baja forma, y porque tampoco duermo demasiado bien.



Esta semana he leído bastante porque tenía que terminar todo lo que tenía empezado antes de darle caña a los libros viajeros en los que me he embarcado. Y la cosa va bien. Ya tengo a medias los dos, y pronto mis chicas tendrán noticias...



Esta semana por fin he podido salir a comprarme un par de mallas, que era lo único que necesitaba de las rebajas y no terminaba de decidirme a comprarlas online. Fue in extremis. Tenía gimnasio, salí media hora antes, entré, me probé unas cuantas, compré un par de ellas y unas me las llevé puestas.

os puedo asegurar que con ellas puestas estoy igualita


Esta semana falleció, de repente, el padre de una amiga. Y ha sido duro, verla, y ponerse en su lugar. Y no saber cómo ayudarla, sino simplemente estar ahí.



Esta semana hemos terminado la serie que estábamos viendo mi peque y yo y hemos empezado una nueva. Esta. Solo llevamos un par de capítulos, así que ya os contaré.



Y eso es todo. ¿Cómo ha ido vuestra semana?


sábado, 21 de enero de 2017

He visto 12

En esta semana creí que no había visto nada que pudiera contaros, pero entre unos ratos y otros resulta que sí hay tres cositas de las que os puedo hablar.



Título: Una historia casi divertida.
Directora: Anna Boden.


Había visto el título en sugerencias de Netflix una y otra vez pero pensé que era una comedia tonta sin más, y resulta que es una de esas historias un poco raras y sencillas que a mí tanto me gustan. Un chico ingresa en un hospital psiquiátrico porque tiene deseos de acabar con su vida. Y ahí empieza a conocer personas que le cambiarán para siempre.



Título: Supersize me.
Director: Morgan Spurlock.

Una tarde de esta semana nos sentamos los cuatro a ver este documental sobre la industria de la comida rápida en Estados Unidos. Pensaba que me iba a impactar más, y me pareció un poco "tonto". Entiendo el experimento: una persona que se pasa un mes comiendo solamente comida del McDonald's y el daño que eso le hace a su cuerpo. Lo que más me asombra, a pesar de saberlo, es el tamaño de las raciones en Estados Unidos.




Título: La la land
Director: Damien Chazelle.

Por fin ayer pudimos ver La la land. Estaba deseando verla desde hace más de un mes, y tenía las expectativas muy altas, así que me daba miedo que me defraudara. Pero no lo hizo. Me encantó. Me pareció tan tierna, me gustó la música, me gustan mucho ellos, los dos, y el final me parece absolutamente precioso. Peeeero, os diré que mi crítico de cine particular, y mi acompañante siempre, vaya a ver lo que vaya, mi peque, fue bastante crítico con la música, que le pareció muy repetitiva (cosas suyas, no sé) y dice que la historia no es muy interesante.

viernes, 20 de enero de 2017

Imagen

Ayer estuve pensando, a raíz de algunas conversaciones de los últimos días, en cómo somos y cómo nos mostramos.



Creo que en todos nosotros hay tres imágenes diferentes: cómo nos ven los demás, la imagen de nosotros mismos que queremos mostrar y lo que somos en realidad.

Si sabemos vendernos bien, probablemente la imagen que queremos dar y la que tienen los demás de nosotros sean bastante parecidas, pero nunca iguales. Ahora, lo que somos, como somos de verdad, eso solo lo saben los más allegados, y a veces ni eso.



Por ejemplo, yo misma. Suelo publicar a diario y puede que algunos de los que pasáis por aquí penséis que soy una persona bastante organizada. A mí me encanta que lo penséis porque eso está muy lejos de mi realidad, y es que soy un desastre con patas. Soy, por ejemplo, muy desordenada, y aunque a veces lo he dicho por aquí, me temo que muchos tenéis formada ya vuestra propia opinión y pensaréis que exagero. Pero no es así.

Ahora mismo escribo esto a toda prisa, porque la idea la tenía pero el tiempo no, mientras se me termina de imprimir una prueba escrita que tenía para hoy, que yo sabía que tenía para hoy desde hace diez días y que me acordé anoche, justo cuando me estaba durmiendo, de que no la había hecho.

Hace un par de días pedí permiso la última hora de clase para reunirme con la tutora de mi hijo y aún no he entregado el justificante de haber faltado.

Los platos de anoche siguen repartidos por la encimera de la cocina y acabo de firmar una autorización a mi hijo mayor para una excursión en el último minuto del último momento.

No me organizo bien, aunque pudiera parecerlo.



Y eso, como os decía, es solo un ejemplo. Pienso en esas personas conocidas en las redes sociales, esas que muestran una cara perfecta, un cuerpo escultural, una ropa fantástica, una casa maravillosa, un escritorio ordenado, una comida perfecta, unos hijos que parecen siempre sacados de una revista, porque eso es lo que quieren enseñar, pero no sabemos nunca qué hay verdaderamente detrás.

Seguro que ya habéis visto este vídeo...


jueves, 19 de enero de 2017

Para acabar con Eddy Bellegueule

Este libro lo saqué de instagram, de uno de esos hastag lectores que tanto le gustan a Dina. Gracias a uno de ellos di con la cuenta de @queridajuliet, de la que ya he apuntado un montón de libros para leer.



Título: Para acabar con Eddy Bellegueule. (Enlace de Amazon)
Autor: Edouard Louis.
Editorial: Salamandra.

Se trata de un libro duro, pero escrito como desde la distancia, como si cuentas algo que te duele tanto que prefieres hacerlo como si le hubiera ocurrido a otro, como si tú ni siquiera estuvieras allí.

Está basado en la propia experiencia de niñez y juventud del autor, así que el personaje principal es él mismo. Y, como digo, se muestra distante hacia muchas de las experiencias que ha vivido por ser duras para él de contar.

Eddy es consciente desde pequeño, quizá desde su nacimiento, de que es diferente a los demás. Sus padres y hermanos también, y su entorno, por supuesto. Pero todos, incluido él mismo, reacciona violentamente a su condición de homosexual.

Lo que más me ha sorprendido de este libro, y que llevo dando vueltas un par de días, es que el autor es muy joven, nacido en el 92, y nos describe su pueblo como un lugar absolutamente brutal, digno de una novela de Zola. La incultura, la falta de medios para salir de un círculo vicioso de alcohol, pobreza, prejuicios, los papeles repetidos una y otra vez en padres e hijos... parecen asombrosos en esta época. Y sin embargo están ahí, palpables, y es quizá lo que más me ha impresionado.

Un pequeño fragmento:

“Yo no era capaz de concentrarme y mi madre no podía concebir —quiero decir que de verdad no estaba en condiciones de hacerlo— que fuera posible prescindir de la televisión. La televisión había formado toda la vida parte de su paisaje. Teníamos cuatro en una casa pequeña, una por dormitorio y otra en la única habitación común, y a nadie se le ocurría siquiera pensar si a alguien le gustaba o no. La televisión, como la lengua y los hábitos en el vestir, le había venido impuesta. No comprábamos los televisores, mi padre los cogía de la basura y los arreglaba. Más adelante, cuando iba al liceo y vivía solo en la ciudad, mi madre, al darse cuenta de que no tenía televisión, pensó que estaba loco; había efectivamente en su tono de voz esa angustia y ese aturullamiento que se les nota a quienes se topan de pronto con la locura Pero entonces ¿qué haces en todo el santo día si no tienes televisión?

miércoles, 18 de enero de 2017

Libros y alumnos: una duda

Tengo una duda que me está volviendo loca últimamente y tiene que ver con mi trabajo. Os lo planteo:




Desde siempre me han gustado los libros y por tanto las labores de fomento de la lectura. En los últimos años, en mis dos centros anteriores y también en este, o bien he tenido la responsabilidad del Plan de Fomento de la lectura o por lo menos me han dejado hacer lo que he querido en ese terreno.

Y siempre he tenido bastante éxito con los libros que escojo para mis alumnos, porque leo mucha literatura juvenil y, cuando lo hago, pienso siempre en si a mis alumnos les gustaría leer eso o no.




En los últimos años además me propuse llevar autores a las aulas, y algunos han venido porque las editoriales tienen cada año uno o varios "en oferta" para ir a los institutos, y otros gracias a una labor de insistencia cercana al acoso por mi parte.

Pues bien, aquí está el problema. Los autores vienen cuando tú pides a los alumnos que lean determinado libro, y eso me está dando poco margen para leer con mis alumnos otros libros que me gustaría que leyeran, que sé que les van a gustar más y que les van a llevar mejor por el camino de la lectura.




Este año, por ejemplo, mi compañera contactó con un escritor, con lo que ya teníamos una lectura asegurada, y yo con otros dos. Así que apenas tengo posibilidad de que lean nada más, y me da mucha pena, porque, a pesar de que los libros que les hemos programado para este curso no están mal, ni mucho menos, sé que otros libros les engancharían mucho más a la lectura y los disfrutarían muchísimo más.

Así que me estoy planteando si es tan bueno que los escritores vengan a los centros o si sería mejor dejar el terreno más libre a otras lecturas que, dependiendo del grupo, puedan gustarles más.




Ya sé lo que me vais a decir, que combine ambas opciones. Y eso está bien en teoría, pero lo cierto es que cuando pides a las editoriales que te ofrezcan algún escritor, te metes en una vorágine de la que es difícil escapar.