sábado, 29 de junio de 2013

Ani Castillo

Por casualidad, he dado con este dibujo en Pinterest. Y me ha enamorado.


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Y he descubierto a Ani Castillo.

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Echadle un vistazo a su Flickr

viernes, 28 de junio de 2013

De vuelta

Ya estamos de vuelta.



Cansados. Más bien agotados. Y con muchas cosas en la cabeza y en la retina. Muchas emociones. Tantas que, recién llegada, no puedo hacer balance del viaje.

Os diré que ha tenido muchas cosas buenas, muchísimas, muchas risas, muy buen rollo, y que también hemos pasado nervios y preocupaciones. Lo normal moviendo sesenta personas por una ciudad tan extensa y tan complicada.

Creo que, durante las vacaciones, podré contaros algunas cosillas del viaje. Unas para reír y otras, si no para llorar, sí para pensar. Pero hoy, aunque no os lo podáis creer, trabajo. Y me he levantado a las siete para ir a despedir el curso.


martes, 25 de junio de 2013

De viaje

No puedo visitaros ni comentar ni nada en estos días porque estaré por aquí.

Vía.
Ya os contaré a la vuelta...

viernes, 21 de junio de 2013

Adivina, adivinanza

¿Dónde estoy esta semana?


Matemáticas

Hoy una breve entrada para meterme, cariñosamente, claro, con los profesor de matemáticas. Es que no hay manera con ellos. Lo de los números es su vida, y si un alumno tiene un cuatro, pues tiene un cuatro, y da igual lo que digas o hagas.

No son todos así, pero lo son normalmente, en casi todas partes. No hay posibilidad de cambio.



En estos dos días me he reído mucho. Muchísimo. Las evaluaciones han sido distendidas, han durado menos de lo que se esperaba y las hemos llevado lo mejor que hemos podido, teniendo en cuenta que trabajamos por la mañana y luego a las cuatro de la tarde ya estamos sentados alumno por alumno repasando su trayectoria durante el curso.

En mi instituto actual, afortunadamente, no se suele dar pie a cotilleos (éste es el que sale con la hermana de..., o yo tuve a su hermano hace años y era buenísimo...) ni a anécdotas (un día, este chaval hizo en mi clase esto o lo otro).



Lo que sí tenemos es un pique (muy sano) entre los de matemáticas y física y química y los de lengua en cuestión de notas y tantos por ciento. Especialmente porque soy de ésas que persigue a los profes por los pasillos para que aprueben a Fulanito y a Menganito y me pongo muy pesada, en plan porfiporfiporfiporfi y les traigo pastas o bizcocho o galletas para sobornarlos pero aún así no hay manera.

Nos sentamos enfrente, como en un duelo, mates contra lengua. Bajamos la mirada al papel, miramos las estadísticas del grupo, levantamos la mirada y ya está el cachondeo.

Por ejemplo, mi tutoría, sin ir más lejos:

Lengua: 72 % de aprobados.

Matemáticas: 17 %

Física y química: 23%

Sí, vale, sé que soy excesivamente buena con mis alumnos, y con estas joyas de este año probablemente no tendrían que haber aprobado más de la mitad.¿ Pero cuatro? ¿cuatro en mates entre dos profesores?

Y empieza una guerra lingüística.

Tutora: Fulanito aprueba todas, menos las Matemáticas. Vaya, qué raro...

Profe de Mates: Pues creo que un tres es la nota más alta que va a sacar este chaval en matemáticas en toda su vida.

Tutora: Bueno, hombre... tiene un problemilla en mates, pero el año que viene, si no las tiene pendientes, ya te desentiendes de él y ganamos todos. Además, ha trabajado un montón, y merece un descanso este verano...

Profe de M:  (con cara de angustia y de nomepuedocreerloquemeestáspidiendo) ¿problemilla? ¿problemilla?

Tutora: Bueno, un problemilla tremendo ¿no?

Profe de M: Cómo se nota que eres de lengua. Un problemilla tremendo. Muy bien definido.

Nos reímos muchísimo con los problemillas tremendos de los alumnos, pero no conseguí que se apiadaran de uno solo.



Resultado. La mayoría de mis alumnos van a septiembre con las mates y la física y química. Algunos, además con un carro lleno de otras muchas. En fin...

jueves, 20 de junio de 2013

Helados

Me gustan mucho los helados... como concepto.



Me gusta verlos, me gustan sus colores, sus texturas, me encanta que la gente a mi alrededor coma helado, y me encantaría que me gustasen los helados, pero no. No me gustan. No me gusta comerlos.

Me pasa algo parecido con los pasteles. Son tan bonitos, esos pequeños, como pequeñas tartas, creaciones en miniatura, pero luego no me dicen gran cosa al paladar, así, en general, porque no me gustan demasiado los dulces.

Cuando era pequeña y me compraban un helado, o un polo, mi hermano mayor se comía el suyo y luego esperaba a que me cansara del mío, que me resbalaba por la mano después de haberle dado dos o tres lametones, y siempre terminaba dándoselo.

Ahora soy una persona extraña que les dice a sus hijos ¿quieres un helado? ¿te apetece un helado? mucho antes de que a ellos les dé tiempo a pedírmelo. Y con tan mala suerte que a mi hijo pequeño tampoco le gustan los helados...

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Por cierto, la última imagen es del blog Kanela y Limón. Muy recomendable.

miércoles, 19 de junio de 2013

Soy muy pesada

Creo que en la definición de madre se incluye lo de ser pesada, pero en los últimos tiempos y en mi caso, mi pesadez está llegando a unos extremos en los que cada vez más me parezco a mi madre.

Oh. Dios. Mío.


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Cuando llego a casa, ahora en el mes de junio, por ejemplo, los niños habitualmente ya llevan una hora descansando, es decir, viendo la tele.

Entro y no digo ni hola.

- ¿Qué tal el examen de inglés? ¿Era fácil? ¿Cómo te salió? ¿Te dieron la nota del de ayer?

Todo esto así, seguido, al mayor, e, inmediatamente, sin esperar respuesta, voy a por el pequeño.

- Ven a darme un beso.

- Jopeeeee, mamá.

- Ven aquí. A ver, ¿qué tal el cole? ¿qué tal vas? ¿Qué habéis hecho hoy?

Después entro en la cocina, y si mi chico está en casa, empiezo también con él.

- ¿Sacaste el lavavajillas? ¿Te acordaste de llevar el justificante al cole?

El suele fingir que no me ha oído. Levanta la vista de lo que esté haciendo, sonríe y me suelta.

- Hola, cariño, ¿que tal te ha ido el día?, te estaba esperando para comer juntos.


martes, 18 de junio de 2013

Las notas

Días de poner notas a los chavales.

No me gusta poner exámenes, y menos aún poner notas. Un número no encierra lo que un chaval ha hecho (o no ha hecho) durante un trimestre, o un curso.



Es difícil poner notas. Aunque a veces los alumnos te lo ponen tan fácil...

Tengo un par de alumnas que han sacado dieces en casi todas las pruebas que hemos hecho, su actitud en clase es muy buena, trabajan, se comportan. Con ellas lo tengo claro. 10.



Hay algunos alumnos que han decidido hace unos meses no volver por clase, lo han dejado por imposible, no mi asignatura sino el curso entero. Ellos también me lo ponen fácil. 1 (No sé si lo sabéis, pero en la ESO  no se pueden poner ceros, así que el 1 es la nota más baja).



Lo malo es que entre el 10 y el 1 hay una gran variedad de números, de tonos, de matices.

Porque...

¿Es igual el que ha hecho todo lo que les pido que el que aprueba los exámenes pero no hace ejercicios, ni entrega trabajos? NO.

¿Es lo mismo un alumno que en clase atiende y se comporta que el que lleva todo el curso dando la vara? NO.

¿Acaso es lo mismo un 4 de un alumno que lo ha sacado porque no hace nada y le suena lo que hacemos en clase que el 4 del alumno que trabaja cada día y no se le da bien la materia? ¿Debería ponerles la misma nota? Yo creo que no.



Podría contaros muchos casos, muchas dudas, aunque hace muchos años que lo tengo claro. Un compañero  decía siempre aquello de in dubio, pro reo para estos casos (traducción de andar por casa y sólo para docentes: ante cualquier duda, siempre a favor del alumno).

lunes, 17 de junio de 2013

El fútbol

O de cómo acabar en un baño de alumnos con tres gigantes en paños menores.

Esto es un asunto muy serio. Para mis chicos, al menos, lo es.

Las dos últimas semanas organizaron un campeonato de fútbol sala en el centro. Cada clase forma su equipo y sus estrategias.

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En contra de lo que podáis pensar, hay muchos equipos mixtos, sobre todo en primero y segundo, donde las chicas son más grandes que los chicos y algunas juegan bastante bien. O al menos eso dicen, porque no tengo ni idea del tema.

Gran expectación por todas partes.

Las tres primeras horas de clase, especialmente la tercera, nervios y notitas entre los alumnos con las estrategias del partido.

En el recreo, el partido.

De toda la liga, sólo he presenciado dos partidos, porque me tocaba cuidar el patio. Y han sido suficientes.

El primero, protagonizado por mis alumnos, los de mi tutoría de tercero, contra los de primero de la ESO. Todos los de primero menos uno les llegaban a los míos a la cintura, más o menos. Y es que de doce años a quince hay una enooooooorme diferencia. Les dieron una paliza a los pobres pequeños... Pero tengo que decir a su favor que no abusaron...demasiado.



Y así, llegaron a la final, los míos y los de primero de bachillerato.

Cuando salí al patio, cinco minutos después del toque de timbre, la cosa ya estaba caliente.

No sé si el calentón venía de antes, que creo que sí, el caso es que llovieron insultos, patadas, agarrones, cabreos, zancadillas, caídas. Cada pocos segundos había alguno por el suelo.

Resultados:

- Búsqueda desesperada del botiquín.

- Todos al baño a curarnos.

- Profesora curando a tres gigantes de heridas en brazos, piernas y costados producidas por roces con el suelo de cemento.

- Los tres gigantes despelotados pensando que aquello era un... ¿vestuario?

- Un intento (creo que conseguido) de aplacar los ánimos de los tres gigantes.

- Comprobación, muy a mi pesar, del hecho de que no hay un solo alumno de quince años que no se depile todo, todo y todo.

- Muchas, muchas risas. Pero muchas, muchas. Hacía tiempo que no me reía tanto.

viernes, 14 de junio de 2013

La dieta del chicle

¿Que no sabías que existía la dieta del chicle? Pues que sepáis que no estáis a la última.

Cómo se nota que no trabajáis con adolescentes.



Hay una niña en mi insti que lleva meses siguiendo la dieta del chicle. Consiste en los siguiente: tú desayunas lo menos posible, un vasito de leche desnatada, bajo la atenta mirada de etu madre que se niega a dejarte salir de casa sin desayunar. Y entonces te metes un chicle en la boca, y lo masticas mucho, mucho.



Y en el recreo, mientras tus amigas se compran un bocadillo de tortilla de patata y una bolsa de gusanitos, tú  cambias de chicle porque el de la boca ya está muy usado, y sigues masticando hábilmente, pensando en ese bocadillo que no te estás comiendo.

Cuando llegas a casa, procuras, por todos los medios, decirle a tu madre que estás mala, que el bocadillo de tortilla te ha sentado mal y que no tienes hambre. Algunos días cuela y otros no tanto. Si te obligan a sentarte ala mesa, procuras remover con arte la comida por el plato y comer lo menos posible, o nada, hasta que en casa se hartan de mirarte y te mandan a tu habitación. Entonces llega el siguiente chicle.



El resto del día es lo más fácil. Sigues masticando y le dices a tu madre que ya has merendado, o cenado, que has comido algo mientras estudiabas con Ana o María, y consigues llegar a la cama con el último chicle en la boca.

A veces no son necesarios más que dos o tres chicles al día. Es muy barata y resulta muy bien.

Adelgazamiento seguro.

jueves, 13 de junio de 2013

Una historia

Os voy a contar una historia. No es un cuento, porque si lo fuera, tendría qe tener algún final, del tipo que sea. Esta historia no tiene final.

Se trata de una niña. Tiene catorce años. Lleva un chandal negro y rosa, zapatillas que se caen de puro viejas, ojos muy pintados de negro y piercings en labios y ombligo (al menos).


Via.

La chica va a clase y saca notas aceptables. Pero no destaca especialmente en nada, ni por guapa ni por fea, ni por inteligente ni todo lo contrario, así que este curso le ha dado por por juntarse con los más macarras, por largarse de clase a media mañana, fumar porros... Esas cosas que hacen que una buena niña se convierta en una tía guay a ojos de otros y, sobre todo, de sí misma.

Un día, la niña se pone enferma en clase. Y una profesora la acompaña a urgencias. Los profesores estamos hartos de ver niños que no desayunan, niñas que apenas comen y luego se desfallecen a media mañana.

Pero pasan los días y la niña no parece mejorar. Apenas aparece pr el instituto. Hay problemas a su alrededor, se notan. No se sabe cuáles, pero los tiene.



Una amiga de la niña confiesa a su tutora que su amiga cree estar embarazada. La tutora habla con ella, que tiene dos semanas de retraso, y queda en comprarle una prueba y hacérsela al día siguiente. Pero la niña no aparece por clase al día siguiente. Y no lo hace en todo un mes.

Un buen día, después de muchas llamadas a casa que nunca son contestadas, la niña va a clase, sin más. No está embarazada (o al menos no reconoce estar embarazada). Pero su historia puede que sea aún peor. Se pegó con su madre y ésta la denunció, se escapó de casa, lleva un mes vagabundeando por ahí, con su novio ( un adulto de 23 años, que no sólo se acuesta con una niña de 14, sino que además no toma ninguna precaución), con amigos, con cualquiera...



Y hasta aquí llega la historia. No sé cuál será el final, si será feliz o no. No sé si ésta es toda la historia, probablemente sea sólo una parte, una pequeña parte, probablemente haya muchas cosas que no se cuenten, porque es mejor así, o porque simplemente las desconocemos.

miércoles, 12 de junio de 2013

Hijos

Mi peque ocupa la mayor parte de mi cerebro útil (que creo que es poco), así que pocas veces os he hablado del mayor.

Mi hijo mayor es uno de esos niños buenos, tranquilos, estudiosos, obedientes, trabajadores, que parece que se han educado solos, que no les afecta mucho haber nacido en una familia o en otra, que les toque un profesor u otro.

Todos sabemos, yo la primera, que esto no es así, sólo lo parece.



Cuando mi hijo tenía tres o cuatro años, era bastante bruto. Y lloraba por todo. No tanto como su hermano, el más llorón de la galaxia, pero lloraba mucho y casi por cualquier cosa. Fue una ardua tarea conseguir cambiar eso.

Cuando empezó con los estudios, también lloraba por todo.

- ¡¡¡Nunca me lo voy a sabeeeeeeer!!!

Lo repetía y gritaba cada vez que estaba cinco minutos seguidos sentado delante del libro. Le parecía un mundo estudiar y nos parecía a todos que le iba a costar mucho.

Hoy es uno de los mejores estudiantes de su clase, independiente, brillante en algunas materias, un poquito desastroso y desorganizado...

Peeeeeeeeero... este blog no está aquí para daros envidia del hijo tan maravilloso que tengo.

La semana pasada, mi hijo de once añazos me sale con estas:

- Mamá, mamá.

- Quéeeeeeeeee (leer con voz de madre que se ha levantado escandalosamente pronto y que no ve la hora de irse a la cama)

- Me duele aquí (señalándose el fondo de la boca, y entre tanto bracket, ni idea de qué podía ser)



- No veo nada, hijo.

- Creo que me está saliendo la muela del juicio final.

Así, con todas las letras. Del juicio final.

martes, 11 de junio de 2013

La cuenta atrás

Últimamente no os visito ni os contesto todo lo que me gustaría. Pero dentro de poco estaré de vacaciones (jajajaja) y podré recuperar todos estos días que están siendo de locos.

Ayer, por ejemplo, salí de casa demasiado pronto para que las calles y los semáforos estuvieran ya puestos, llegué a casa a las tres y media largas, comí de pie mientras vestía al peque, cogí de nuevo el coche, los niños, la abuela y nos fuimos a hacer una hora y media de cola para ver la actuación del niño, que terminaba el nivel elemental de la escuela de música, con graduación y todo. Un rollo impresionante, un jaleo de niños, padres, abuelos, más niños, cámaras de fotos, de video, unos de piratas, otros de turcos, otros de tiroleses... No sé explicaros cómo me horrorizan estas cosas que, sin embargo, si se trata de mis hijos, me emocionan igual que me repelen.



Además, en los próximos días, hasta las esperadas vacaciones del día 21 (al menos vacaciones para algunos, ya os contaré...) también tengo pendientes muchas cosas:

Tengo que poner mil lavadoras y organizar la ropa para irme una semana por ahí a finales de mes. No mi ropa, sino toda la ropa, la que se va y la que se queda.



Salir a comprarme unos vaqueros nuevos, y un bolso, y me está dando una pereza terrible, porque los kilillos del invierno no se han ido.



Asistir a la graduación de mi hijo mayor que deja el cole para irse al insti. El jueves.


Cortarme el pelo, que me hace mucha falta.



Y, por supuesto, corregir cientos de exámenes, poner notas, hacer medias, lidiar con enfados y llantos de mis alumnos, evaluar, pasar tardes enteras reunidas, hacer papeles, papeles y más papeles, memorias, estadísticas, y dejarlo todo preparado el día 21 para largarme con 52 alumnos a pasar una semana de viaje.



- Profe, cómo lo vamos a pasar, vamos a darlo todo, como si no hubiera mañana.

Pues eso. A darlo todo, como si no hubiera mañana. Eso, si llego.


lunes, 10 de junio de 2013

Números

A mí los números me resultan casi incomprensibles. Me dices números y es como si me hablas en un idioma que me suena, pero que apenas comprendo.



Cuando empecé con esto del blog, hace poco mas de un año, miraba cada poco mi escritorio de blogger a ver si alguien me había leído. Un comentario era todo un acontecimento.

Luego pasé por una etapa en la que me obsesioné con las visitas. ¿Por qué ayer más que hoy? ¿Por qué a esta hora menos que ayer?... yo qué sé. 

Después se me pasó, y me dije a mí misma, si llego a los cien seguidores, lo celebro de alguna forma, un sorteo o algo, y se me olvidó por completo, porque hace ya tiempo que dejé de mirar las estadísticas y de fijarme en los números, porque, lo que digo, es un idioma que me dice bien poco.

Pero esta vez creía que no se me iba a olvidar. Estaba pendiente del numerito de las visitas del blog, pero luego no me di cuenta. Y hace ya unos cuantos días, si mis cálculos no fallan, mi blog recibió la visita número cien mil. Cien mil. Y yo sin enterarme.

No entiendo el concepto de cien mil visitas a este blog, en apenas un año. No lo entiendo, me asusta y me marea un poco.

Solo puedo dar las gracias a todos los que pasáis por aquí. Cien mil gracias.

viernes, 7 de junio de 2013

Ayer

Ayer fue un día duro, muy duro.
 
El padre de un compañero de mi hijo pequeño, y una persona muy querida y muy conocida en mi ciudad.
 
Despedir a alguien joven es duro. Despedir a alguien que tiene un niño de ocho años lo es más. Incluso aunque sólo te toque de lado, no sea lo que podemos llamar un amigo, pero sí alguien con quien has pasado ratos, has compartido mesa y mantel, has saludado a diario en el colegio.
 
 
 
 
 Aunque no te toque muy de cerca, algo así siempre te deja tocado. Y te hace pensar.

jueves, 6 de junio de 2013

After Dark

Murakami. Cada cierto tiempo, desde hace ya unos años, vuelvo irremediablemente a él.



Me atrae de una manera increíble. Vaaaaaaaaaaaaaaaaaaale. No exactamente de esa manera.

Pero tengo que leerlo en dosis pequeñas.

Mi primer encuentro con él fue Tokio Blues. En las siguientes semanas me llené de Murakami. Leí y leí hasta que con Crónica del pájaro que da cuerda el mundo me saturé. Y tuve que descansar.

Después he vuelto a él esporádicamente.



Pero aún no había leído After Dark.

Es de noche, la ciudad aún no duerme, pero la noche cae y cae. Una chica lee en un café. Poco a poco van apareciendo el resto de los personajes, personajes murakanianos, extraños, misteriosos. Y te hace sentir que estás allí, en Japón, a miles de kilómetros de casa, viviendo una historia increíble pero sencilla.



Vale, no me he expresado bien. Leedlo.

miércoles, 5 de junio de 2013

Educación sexual

Estoy en clase explicando a Lope de Vega. Dale que te pego con los corrales de comedias, con el teatro del  Siglo de Oro, yo sola conmigo misma porque la mayoría de los alumnos ha desconectado hace rato.



Uno de ellos, en la última fila, levanta la mano. Le hago un gesto de que espere un momento, porque si me interrumpen se me va y luego no sé lo que estaba diciendo. Cosas de la edad, supongo.



Termino de hablar y le doy la palabra.

- ¿Te puedo preguntar algo, profe?

- ¿De Lope de Vega?

- No, es otra cosa.

- ¿Ahora?

- Es que... no sé si decírtelo... profe... no te asustes, ¿vale?

- Si no quieres que me asuste no me digas nada que me pueda asustar.

- Es que... bueno... es que no sé si decírtelo...

- Vamos, sueltalo de una vez.

-Vamos a ver... Si a una chica le duelen los ovarios... uhmmm... eso... eso... ¿quiere decir que está embarazada o que le va a bajar la regla?

- ¡¡Al pasillo!!, le grito antes de que siga, con un poco de mala uva.

Sale al pasillo ante el estupor de la clase y el mío propio, que pienso si tengo que matarle ahora o dejarlo hasta que me cuente qué ha pasado.

- Pero tú...pero...pero... vamos a ver ¿Qué dices?

- Es que mi novia, que tiene un retraso, o como se diga...

- ¿De cuánto tiempo?

- Una semana,creo.

- Y le duele la tripa.

- Sí, pero no sabe si es porque le va a venir o porque...

- ¡¡¡Pero tú no sabes que existen los condones, alma de cántaro!!! (juro que nunca había usado esa expresión hasta este año)

- Sí, pero... bueno, yo... yo creo que  no cayó nada dentro.

No os podéis imaginar la bronca que le cayó a él, no sé si dentro o fuera. Lo de siempre, que el condón hay que ponérselo siempre, SIEMPRE, y desde el principio, DESDE EL PRINCIPIO. Y que no se puede jugar, y que si no se tiene cabeza para ciertas cosas, es mejor no hacerlas.



Después de aguantar estoicamente el sermón que le endilgué, me ofrecí a ayudarle en lo que fuera si finalmente estaba embarazada. Dímelo y no hagáis tonterías. 

Os cuento esto porque, afortunadamente, la niña no estaba embarazada y en unos días todos pudimos respirar tranquilos.

Si alguien me va a preguntar la edad de mis alumnos (él y ella) es quince. No digáis nada, por favor, yo también me escandalizo, pero tengo que disimular y apechugar con ello.

martes, 4 de junio de 2013

Mi cumple

Este año no pensaba hablaros de mi cumple.

Fue el sábado, y cualquier otro año habría pasado el día metida en la cocina haciendo tartas y guisos para tropecientos, preparando fiesta y maravillosamente alegre por cumplir uno más.

Pero este año me ha pillado desanimada, sin ganas de celebraciones, sin ganas realmente ni de levantarme de la cama. Me ha pillado cansada y sólo medio recuperada de los vértigos. 

No creo que tenga mucho que ver con cambiar de decena y que, después de cumplir treinta y todos, viene el temido cuatro. No lo creo, porque nunca me ha importado decir mi edad en ninguna parte. De todas formas, no estoy en mi mejor momento.

El jueves por la tarde, aun así, estuve haciendo unas galletas maravillosas: éstas de Susana, de webos fritos,  Soy seguidora desde hace mucho tiempo, y cualquier receta suya es un éxito.En el insti volaron.




Vía. (la foto es suya, no hay más que ver lo preciosísima que es)

Y ayer lunes, cuando llegué a mi clase de segundo, pensé que los chavales no estaban, porque había un silencio sospechoso. Abrí la puerta y allí estaban todos, cada uno en su sitio, cantándome a voz en grito el "Cumpleaños feliz". En mi mesa había un ramo de flores amarillas (¡¡¡mis favoritas!!!) y dos paquetitos de regalo:



- Un jabón fantástico, con olor a lavanda, que no es de miss Marple, pero huele maravillosamente bien.

- Una pulsera de plata con mi nombre grabado por un lado y la leyenda " Clase 2º A" por el otro lado.

Como comprenderéis, y a pesar de que son muchos años de fiestas sorpresas, tuve que echar alguna lagrimita. Era inevitable. 

Y lo mejor. En la pizarra habían puesto:


Felicidades, superprofe. Felices 18.

¿Felices 18? 

Dónde estarán los dieciocho...Es que me miran con buenos ojos. Pero muy muy buenos ojos.

lunes, 3 de junio de 2013

Mi grupito

Tengo un grupo del que me parece imposible que aún no os haya hablado. Y ahora que termina el curso, no quería dejar de hacerlo.

Se trata de un apoyo de lengua a cinco chavales, dos horas a la semana.

Si necesitan apoyo, imaginaréis que la lengua no es lo suyo. Básicamente hacemos dictados, leemos y escribimos. Y también lo estamos pasando muy bien. Un buen rollo desde el principio del curso que ha hecho que llegue a estas clases con ganas y de buen humor.



Os presentaré a mis chicos.

J. Lleva una trenca de esas de estudiante de cole de monjas, color gris, todos y cada uno de los día durante todo el año. Aún no hemos conseguido que se la quite. En las clases hace calor y en el patio muchas veces hemos estado bajo cero, pero él, impasible, no se quita el abrigo así le caigan gotas de sudor por la frente. No exagero, a veces pasa.



S. Es muy muy alto y bastante fuerte. Está gordito y lo lleva lo mejor que se puede llevar esto en la adolescencia. Hace unos meses el médico el puso a dieta y está de un humor de mil demonios, pero todos le entendemos. Lo malo es el comentario diario: "S., te estás quedando sin tetas. ¡A ver qué tetas vamos a tocar ahora!"



A. Es un poco retorcidillo, envidioso, chivato, mal compañero, así que, cada vez que se burla de alguno, le mando leer. Y es que A. chulillo, vestido de marca de pies a cabeza y peinado a la última moda, no sabe leer. No entiende nada de lo que lee y tiene un verdadero problema con la lectura. Se come letras, palabras, se inventa lo que le conviene...


J. es un buen tío con malas compañías. Ya ha sido expulsado del insti dos veces en este curso, y cuando le digo que es mi mejor alumno, y que estoy encantada con él (y es cierto, no lo de que sea mi mejor alumno sino que estoy encantada de lo bien que se porta en mis clases), no sabe si llamarme loca o echarse a reír. Simplemente me mira incrédulo.



H. no habla español. Lo entiende un poco pero tampoco demasiado. Lleva todo el curso sentado en su sitio, sin moverse, hora tras hora, escribiendo sin descanso los números, los días de la semana, los meses, una y otra vez, y a veces tan mal que al día siguiente tiene que volver a empezar.



Desde principio de curso he intentado que me diga algo. Y que sea un poco más independiente, sin conseguirlo. Pero... todo esfuerzo al final trae su recompensa.

La semana pasada, ante mi invariable: "Buenos días, H, ¿qué tal todo?¿Bien?"... He recibido un: "Buenos días" por respuesta.

Ni que decir tiene que sus compañeros le han aplaudido. Y A. ha dicho que no es para tanto.

- Tú calla, anda, que estás para hablar, le he soltado.

Así que, tentando a la suerte, le he mandado a conserjería a hacer fotocopias. Su profe de apoyo (de compensatoria, es decir, profes que apoyan a minorías étnicas, o chicos con problemas familiares, por el idioma...) así lo está haciendo. Lleva todo el curso y ha conseguido que diga:

- Fotocopia. Mónica. Gracias.

Lo mío era más difícil.

- H. ¿Me vas a hacer fotocopias?

Como estaba envalentonado con el aplauso, me ha dicho:

- Fotocopia. Sí.

- Bien. Escucha con atención, H. Cinco fotocopias. Cinco (Le enseño mi mano bien abierta) Cinco fotocopias para Ro.

- Fotocopia. Ro. Gracias. Me dice.

Asiente, me coge el papel y sale. Permanecemos en clase espectantes. Tarda y tarda y tarda...

Los otros cuatro empiezan a perder la fe.

- Se habrá perdido, profe.

- Voy a buscarle.

- Es que también tú... mira que mandarle algo tan difícil...

No quiero ir a buscarle, quiero que sepa que confío en él, pero ya no puedo más. Cuando estoy cogiendo el pomo de la puerta para salir, llega como una exhalación. Ha subido corriendo las escaleras.

- Fotocopias. Cinco. Sí.

Me da las cinco copias y el original y me mira con una sonrisa que no le cabe en la cara.

Le aplaudimos, silbamos, vitoreamos y todo lo que os podáis imaginar. J. se levanta y le abraza, como a un futbolista que acaba de meter un gol.




Cuando la clase termina, bajo a ver a las conserjes, que se echan a reír. Me cuentan que H. bajó, como hace a veces con Mónica, y que les dijo: Fotocopia Ro. Gracias. Ellas se la hicieron. Él volvió a darles el papel y les volvió a decir. Fotocopia Ro. Gracias. ¿Pero cuántas quieres? Fotocopia Ro. Gracias. Y así, de una en una, hasta que tuvo las cinco en la mano.