sábado, 28 de abril de 2012

El valor de la cultura

La crisis nos afecta a todos. Eso es lógico. Y hoy no voy a hablar de cómo van a dejar nuestras aulas los recortes para el próximo curso. Es demasiado deprimente. Ya habrá tiempo de hablar de eso.

Desde que empecé en la enseñanza, siempre ha habido algún niño que no tenía libros. Uno o ninguno en cada clase. La situación económica de las familias es un tema muy delicado y es muy complicado reñir o castigar a un chaval que no tiene libros porque en casa no se los pueden comprar.




Este curso hay más alumnos que nunca sin libros. La cifra ha aumentado de manera escandalosa. En una de mis aulas tengo seis chavales sin libros de texto, y con apenas un cuaderno para todas las asignaturas. Seis de veintitrés es un número elevado, y se hace muy difícil trabajar en clase. Y es que, claro, no se pueden pedir peras al olmo. Si un alumno no tiene libros, se aburre y no hace nada, aparte de molestar, pero además no puedes exigirle que esté atento, que trabaje, y mucho menos que haga las tareas en casa. Como el alumno no tiene libros, no muestra interés por nada o por casi nada, así que su actitud también es de “No tengo libros porque paso de estar aquí, y aunque los tuviera no haría nada, así que para qué me los voy a comprar”. Un adolescente no va a decir: "No tengo libros porque somos muy pobres y mis padres no me los pueden comprar". Su actitud al respecto es siempre a la defensiva. Se trata de algo comprensible en edades que van entre los 13 y los 15 años, y más cuando algunos de ellos hace años, ya desde el colegio, que no tienen libros.

Tengo dos hermanos, ambos en primero de la ESO, que están en esta situación. Su madre ha traído al mundo la friolera de ocho hijos, y éstos son los pequeños. En su casa no trabaja nadie, nadie, y sólo reciben una pensión de invalidez del padre.

Cuando el pequeño llegó este año al instituto, le pregunté por los libros y me dijo que no los tenía y no los iba a traer, que no se los iban a comprar. Y añadió:
 
- Yo nunca he tenido libros, que yo recuerde.
- ¿Nunca?
- No,...bueno, igual en primero o así, pero no me acuerdo.




El caso de esta familia es un caso extremo. Pero hay otras en situaciones parecidas. No puedo saber si de verdad pueden o no pueden comprar los libros de texto a sus hijos, a algunos se les ve que pasan necesidad, pero yo me preguntó: “¿Hasta qué punto valoran estas familias la necesidad de que sus hijos aprendan?”

Pienso que ahí está el problema.

Hace unos días, uno de estos dos hermanos estaba jugando al móvil en clase. Según nuestras normas, el móvil se le confisca si se utiliza en clase y tienen que venir los padres a por él. Cuando tuve el aparato en mi mano hice algo que no suelo hacer: lo miré. Luego lo volví a mirar con asombro. ¡Era una blackberry de más de 400 euros!




La madre vino a buscarla al día siguiente y no hizo ningún comentario al respecto. Pero uno llega a cuestionarse muchas cosas:

¿Cómo puede uno gastarse ese dinero en un teléfono para un crío?

¿No saben que por el mismo dinero tendría los libros de texto de sus dos hijos para todo el curso?

¿Cabe la posibilidad de que ese teléfono no sea comprado?

Si fuera así, ¿cómo se aparece en casa con un teléfono que no es tuyo?

¿Cómo pueden consentirlo tus padres? 

O, ¿serán los padres los que se lo hayan dado?

Ninguna de mis dudas se disipó al día siguiente cuando, hablando en clase de los medios de comunicación, el alumno me dice que se ha comprado un portátil, y que tiene internet en casa y tarifa de datos para el móvil.

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Muy delicado, y muy difícil es también saber cómo hacer para que estos chavales, sin interés ni apoyo en casa, no se nos pierdan.

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  2. Suele pasar que nos parece caro un libro o un disco y luego pagamos un dineral por el último modelo de móvil , que encima cambiamos al poco tiempo por otro más nuevo

    Saludos

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