lunes, 30 de abril de 2012

Hoy

Hoy pensaba hablar sobre cosas banales, sobre fotos curiosas, o algo así, aprovechando que media España está de puente y la otra media de víspera de fiesta. Pero esta mañana ha sido una mañana de locos en el trabajo, y voy a contaros más o menos cómo ha ido.

A las 8,15 he llegado al insti, que estaba helado y desapacible, porque estamos intentando ahorrar en calefacción, y también porque se supone que no tenía que hacer tanto frío en vísperas de empezar el mes de mayo. Tres graditos marcaba el termómetro de mi coche a esas horas.


Nuestro hábitat desde que llegó la crisis.


Empiezo la jornada echando broncas a un grupo de chicos que se había atrincherado en las escaleras y no dejaban pasar a sus compañeros. Eso, además, les hacía una gracia tremenda. Y yo a esas horas no estoy para bromas.

- Todos para abajo hasta que suene el timbre.
- Ya empezamos desde por la mañana...- protestan.
- Sí, ya empezamos desde bien temprano por la mañana dando guerra.

Se me pone ya la cara de profesora cabreada, cara que no se me ha quitado todavía, creo...

Mi primera clase y faltaban seis alumnos.

-¿Dónde están los que faltan?
- David está malo.-se apresuran en contestar.

Me da más mala espina...

Termino la primera clase y aparecen en el patio del insti dos furgonetas de la policía nacional cargadas de chavales, siete en concreto. Uno de ellos, el tal David que estaba malo.

Por diversas circunstancias que no vienen al caso, tengo que atender yo a los policías, que están entre enfadados y divertidos. Los alumnos, que son todos menores, habían quedado, con chicos de otros institutos también, en no ir a clase hoy, pensando que con lo del puente no se notaría mucho. Como hacía mucho frío por la calle, decidieron calentarse con una garrafa de cinco litros de calimocho y, como llovía, intentaron meterse en una casa medio en ruinas. Un vecino que los vio llamó a la policía. Hicieron falta cuatro furgones para recoger a los chicos y repartirlos por los institutos.

Sé que la trastada no es nada del otro mundo, que es algo que todos hemos hecho, saltarnos alguna clase, o hacer botellón, o estar donde no debemos, pero el papel que me tocó esta mañana no es el de tía enrollada y comprensiva.

Los adolescentes no son taaaaan malos.

Les tuve que meter en un despacho, echarles la madre de todas las broncas y llamar una a una a sus casas. Un método cruel y despiadado que he aprendido con los años es dejar que sean ellos los que le cuenten a sus padres lo que han hecho.

- Buenos días, ¿es la madre/el padre de...? Le llamo del instituto. Voy a pasarle con su hijo/a.

Ha habido llantos, peticiones de perdón, castigos por doquier, arrepentimientos varios,...

Así que os cuento que hoy me he tenido que meter en el papel de mala malísima, ponerles las cosas muy negras, hablar con padres y madres, escuchar sus problemas, su indignación,...uff, cuando en realidad no me parecía un hecho tan grave, y ellos ya traían el susto en el cuerpo de ver aparecer a la policía, de tener que identificarse, montar en un furgón policial...
 

Y no me siento nada contenta con haber tenido que ser la mala de la película, ¿no es ése nuestro papel como profesores?

El caso es que la mala leche aún no se me ha quitado.


domingo, 29 de abril de 2012

Relax

Hoy, como la mayoría de los domingos, me he levantado muy pronto, mientras la casa está en silencio, he disfrutado de un café con leche y un montón de tostadas mientras miro fotos en Pinterest. Durante un rato, puedo creer que el día es mío, que dispongo de mi tiempo, que puedo hacer con él lo que quiera.

Dentro de poco se despertarán los niños, inquietos, con deberes aún por hacer, desayunos, duchas, el tenis si la lluvia nos deja, tendré que planchar la montaña de ropa antes de que se me venga encima, hacer la comida, adelantar comidas para la semana, corregir redacciones para clase...

Pero antes de todo eso, éste es mi momento.





Oigo ruidos...Ya están todos despiertos...

sábado, 28 de abril de 2012

El valor de la cultura

La crisis nos afecta a todos. Eso es lógico. Y hoy no voy a hablar de cómo van a dejar nuestras aulas los recortes para el próximo curso. Es demasiado deprimente. Ya habrá tiempo de hablar de eso.

Desde que empecé en la enseñanza, siempre ha habido algún niño que no tenía libros. Uno o ninguno en cada clase. La situación económica de las familias es un tema muy delicado y es muy complicado reñir o castigar a un chaval que no tiene libros porque en casa no se los pueden comprar.




Este curso hay más alumnos que nunca sin libros. La cifra ha aumentado de manera escandalosa. En una de mis aulas tengo seis chavales sin libros de texto, y con apenas un cuaderno para todas las asignaturas. Seis de veintitrés es un número elevado, y se hace muy difícil trabajar en clase. Y es que, claro, no se pueden pedir peras al olmo. Si un alumno no tiene libros, se aburre y no hace nada, aparte de molestar, pero además no puedes exigirle que esté atento, que trabaje, y mucho menos que haga las tareas en casa. Como el alumno no tiene libros, no muestra interés por nada o por casi nada, así que su actitud también es de “No tengo libros porque paso de estar aquí, y aunque los tuviera no haría nada, así que para qué me los voy a comprar”. Un adolescente no va a decir: "No tengo libros porque somos muy pobres y mis padres no me los pueden comprar". Su actitud al respecto es siempre a la defensiva. Se trata de algo comprensible en edades que van entre los 13 y los 15 años, y más cuando algunos de ellos hace años, ya desde el colegio, que no tienen libros.

Tengo dos hermanos, ambos en primero de la ESO, que están en esta situación. Su madre ha traído al mundo la friolera de ocho hijos, y éstos son los pequeños. En su casa no trabaja nadie, nadie, y sólo reciben una pensión de invalidez del padre.

Cuando el pequeño llegó este año al instituto, le pregunté por los libros y me dijo que no los tenía y no los iba a traer, que no se los iban a comprar. Y añadió:
 
- Yo nunca he tenido libros, que yo recuerde.
- ¿Nunca?
- No,...bueno, igual en primero o así, pero no me acuerdo.




El caso de esta familia es un caso extremo. Pero hay otras en situaciones parecidas. No puedo saber si de verdad pueden o no pueden comprar los libros de texto a sus hijos, a algunos se les ve que pasan necesidad, pero yo me preguntó: “¿Hasta qué punto valoran estas familias la necesidad de que sus hijos aprendan?”

Pienso que ahí está el problema.

Hace unos días, uno de estos dos hermanos estaba jugando al móvil en clase. Según nuestras normas, el móvil se le confisca si se utiliza en clase y tienen que venir los padres a por él. Cuando tuve el aparato en mi mano hice algo que no suelo hacer: lo miré. Luego lo volví a mirar con asombro. ¡Era una blackberry de más de 400 euros!




La madre vino a buscarla al día siguiente y no hizo ningún comentario al respecto. Pero uno llega a cuestionarse muchas cosas:

¿Cómo puede uno gastarse ese dinero en un teléfono para un crío?

¿No saben que por el mismo dinero tendría los libros de texto de sus dos hijos para todo el curso?

¿Cabe la posibilidad de que ese teléfono no sea comprado?

Si fuera así, ¿cómo se aparece en casa con un teléfono que no es tuyo?

¿Cómo pueden consentirlo tus padres? 

O, ¿serán los padres los que se lo hayan dado?

Ninguna de mis dudas se disipó al día siguiente cuando, hablando en clase de los medios de comunicación, el alumno me dice que se ha comprado un portátil, y que tiene internet en casa y tarifa de datos para el móvil.

viernes, 27 de abril de 2012

El día del libro

Hace unos días celebramos en el insti el día del libro. Todos los años intentamos que sea algo especial, aunque está todo más o menos inventado.

Cuando yo llegué al centro, se celebraba este día con una lectura continuada del Quijote, lo cual a primera vista puede resultar apetecible, pero pasadas las dos primeras horas resulta más que tedioso. Los chavales, en el salón, de actos, escuchando cómo algunos de sus compañeros leen, empiezan a aburrirse y a hablar o a hacer tonterías.

Al año siguiente optamos por la lectura también, como se lógico, pero una lectura libre, cada uno lo que quisiera. Los días anteriores al acto, los profes de lengua buscamos voluntarios y elegimos con ellos los textos.

Me gusta cuando son los alumnos los que deciden lo que quieren leer y traen su propio libro, a veces un poco ajado de tanto ser leído, prestado, manoseado. Entonces ves que no todo está perdido.

Los top five de este año han sido los siguientes:

5. En poesía, el género menos querido por la inmensa mayoría, gana por goleada Mario Benedetti. Aquí hay trampa, porque como es mi poeta favorito, les doy una lata tremenda con él en clase y, claro, todo se termina pegando.


Mi Benedetti.

4. Otro de los preferidos de los alumnos es Laura Gallego, da igual cualquiera de los libros de la saga de Crónicas de la Torre, o de Memorias de Idhún, o Dos Velas para el Diablo, ...


Laura Gallego con uno de sus últimos libros.

3. Otra saga, la de Cristopher Paolini y sus libros:




2. En el número dos, y subiendo puestos rápìdamente, una saga que no conocía, que se me había escapado, sí, lo reconozco, no sabía nada de estos libros que tanto han enganchado a mis alumnas. Canciones para Paula.





1. Y en el número 1 indiscutiblemente desde hace al menos tres o cuatro cursos, la saga Crepúsculo, cualquiera de sus libros y numerosos de sus fragmentos, escuchados una y otra vez. Tengo que decir que no me molesta, que soy fan, superfan, de la saga, de los libros, que devoré en unos días, y de las películas(yo tampoco puedo esperar a noviembre para ver el estreno de la segunda parte de Amanecer).


Los libros.

Me encanta.




jueves, 26 de abril de 2012

La moda juvenil

Hoy uno de mis alumnos ha estrenado gafas. Para él ha sido todo un acontecimiento, claro, y, además, como es un chaval guapete, con mucho éxito entre las chicas, su elección de gafas ha ido en consonancia con los tiempos que corren. Es decir, gafapasta tamaño XXL, más o menos así:



Sí, el parecido de este chico con mi alumno es asombroso, lo digo en serio, parecen clones.

Cuando he entrado en clase, estaba sentado en su sitio (primera cosa extraña), con el cuaderno y el libro encima de la mesa (lo nunca visto), como esperando ansioso a que empezara la clase (¿eeeeeeeeh?).

Así que, como ya soy un poco viejuna, y mala, y en clase tengo más reflejos que Fernando Alonso al volante, fui directa a mi sitio y ni siquiera posé la mirada sobre él.

- Cuadernos encima de la mesa. Vamos a ver los deberes.
(alumno que se incomoda en su asiento, pensando "esta no me ha visto aún")

Paso por las mesas, comprobando que todos algunos tengan los deberes hechos, y cuando paso a su lado vuelve la cara y me mira fijamente. Yo, ni caso.

Vuelvo a mi mesa y digo:

- Venga, vamos a corregir.

(alumno que no se lo puede creer, cómo puede ser que la profe no se haya fijado en él y le haya hecho un comentario sobre sus gafas, se quita las gafas y las mira fijamente como para comprobar que de verdad están ahí, y que todo el mundo puede verlas)

Nos ponemos a corregir los ejercicios, mientras él vuelve a ponerse las gafas y vuelve a mirarme fijamente, sin pestañear, para ver si yo le miro o le hago un gesto. Permanezco impasible. Soy una torturadora. Jajajajajaja (risa malvada).

Entonces levanta la mano.

- ¡Prooofeee!
- ¿Qué?
- ¿Puedo cambiarme de sitio?

Es una pregunta con trampa, vosotros no lo veis aún porque no estáis entrenados y no entendéis como yo las retorcidas mentes de los niños de trece años, pero es una pregunta con trampa. Y es que en las últimas semanas el alumno me ha pedido cambiarse de sitio para ver mejor la pizarra, y, como no tenía gafas, pero las necesitaba, lo he dejado. Espera que le diga algo así como "¿Para qué necesitas cambiarte de sitio si ya llevas gafas?". Así que hago lo contrario de lo que espera.

- Sí, claro. - le digo fingiendo estar a otra cosa.

- Pero prooofeee, si Carlos ya se ha puesto gafas, no necesita cambiarse de sitio...

Claro, los demás me llaman la atención sobre lo que parece evidente.

Y entonces, yo, miro a Carlos y le digo:

- Ah, ¿pero te has puesto gafas? No me había fijado...


Gatito a la última moda.

Si es que toooodo vuelve...


Tengo una alumna que las lleva como el de la derecha, y está bastante guapa...




miércoles, 25 de abril de 2012

Más nombres.

El otro día, hablando de nombres, os conté que el nombre por el que mejor respondo es el de ¡prooofeee!, así, con todas las letras y entre exclamaciones, porque ellos normalmente, y salvo honrosas excepciones, lo suelen pronunciar así, largo, y exclamado. Pues bien, eso es verdad, pero no es toda la verdad. mis alumnos, aunque muchos de ellos no sepan realmente cómo me llamo, me llaman de formas algo más variadas. Y no hablo de lo que me llaman a mis espaldas. Lo cierto es que siempre he preferido ignorar lo que me llaman a mis espaldas, aunque muchas veces lo oigo en sus pensamientos alto y claro.

Trabajé una vez en un insti, muy céntrico y un poco piji, en el que mis alumnos me llamaban habitualmente "Pro". Es la abreviatura de la abreviatura. La redundancia hecha nombre.

Creo, o al menos quiero pensarlo, que era un "pro" más o menos cariñoso. Profesora es demasiado largo para ellos, y profe se les había desgastado de tanto usarlo, así que optaron por acortarlo aún más. Con lo fácil que habría sido aprenderse mi nombre...

En otras ocasiones, mis alumnos me llaman por el nombre de alguno de mis compañeros, muchas veces hombres. Entonces me mosqueo. No porque me confundan con un hombre, no. Pero...vamos a ver...¿por qué se han aprendido su nombre y no el mío?

No, nunca levantan la mano así, en masa...


Cuando están concentrados haciendo algo, aquellas escasas ocasiones en que se puede notar cómo trabajan las neuronas, incluso se las puede oír bullir dentro de sus cerebros, algún alumno concentradíiiiisimo, normalmente de sexo masculino, levanta la mano instintivamente, para llamar mi atención, abre su boca y de ellas sale un:

-¡Mamá!

Os podéis imaginar que entonces las risas de sus compañeros eclipsan el maravilloso ruidito neuronal que se estaba produciendo milagrosamente. El alumno, ruborizado hasta el cabellos, intenta dar explicaciones.

Pues bien, no hace mucho que, en un momento como ese, alumno susceptible de llamarme "mamá", cosa que, después de las tres o cuatro primeras veces, no me causa impresión alguna, levanta la mano enfrascado en su tarea y me espeta:

- ¡Abuela!

Y, no, por ahí sí que no paso.

martes, 24 de abril de 2012

De nombres.

En casa me llaman Ro. Desde que yo recuerdo, mi padre siempre me ha llamado así. Mi madre, en cambio, me llama por mi nombre completo, haciendo hincapié en todas y cada una de las sí-la-bas. Mi madre es así, no es capaz de contarte la versión abreviada de nada, ¿cómo iba a hacerlo con mi nombre o el de mis hermanos? Para ellos, mis hermanos, digo, en cambio, siempre he sido la tata, o la tatina y lo sigo siendo, y también la niña. La niña esto y la niña lo otro (hay que decirlo obligatoriamente con un matiz despectivo). Algunos de mis amigos también me llaman Ro, o por mi nombre completo, que tampoco es tan largo.

Pero desde hace unos cuantos años respondo habitualmente más al grito de ¡Prooofeee! que a cualquier otra cosa. No creáis que se trata simplemente de economía del lenguaje, de una abreviatura al uso, ¡qué va!. Yo al principio, cuando empecé a dar clase, pensaba que sí, que los chavales nos llamaban a todos, o a la mayoría de sus profesores de la manera más breve posible, simplemente porque es lo más fácil. Pero la triste conclusión a la que he llegado con el tiempo es que muchos de mis alumnos no saben cómo me llamo. Ni cómo me llamo yo ni ninguno, o casi ninguno, de mis compañeros. No porque no se lo diga cada año al principio de curso (y, últimamente, en plan americanada, también se lo escribo, nombre y apellido, a ver si alguno se queda con ello) o porque se lo repita habitualmente: "Como que me llamo Ro... que tú me traes mañana los deberes hechos o..."(léase con un dedo levantado y tono amenazador)

Mis alumnos no saben mi nombre básicamente porque no les interesa. No les importa y por eso no prestan atención ni a cómo me llamo ni a la mayoría de las cosas que les cuento. Cuando alguna vez me buscan por el instituto, porque se acaba hoy mismo el plazo para presentar un trabajo y les corre una prisa enorme localizarme, viene lo peor...

Sala de profesores. Alumno que entra sin más y pregunta:

- ¿La de lengua?
-Se llama a la puerta y se dice buenos días. (Los profesores no decimos esto por molestar, es que nos sale solo, será deformación profesional)

El alumno sale, llama, vuelve a entrar, dice buenos días y repite:
- ¿La de lengua? (sí, sí, soy ladelengua, es mi nombre, qué le vamos a hacer)
- En este instituto hay siete profesoras de lengua.

(alumno azorado, que pensaba que iba a ser mucho más fácil)

- Una...así...medio rubia...con el pelo...así...y...(haciendo aspavientos)
- ¿No sabes cómo se llama?
- Bueno...es que... ahora no me acuerdo.
- Pero...¿es TU profesora de lengua?
- Sí...


(a estas alturas el alumno sabe que no se libra de un buen sermón de alguno de los profesores que allí corrigen, preparan sus clases y leen el periódico, porque todos ellos le están mirando)

- Entonces...¿CÓMO PUEDE SER QUE NO SEPAS SU NOMBRE?